La iglesia local como base y responsable del envío misionero

¿De quién es la responsabilidad del envío de misioneros? Sin duda es la iglesia local. En este artículo ampliamos la respuesta a esa pregunta.

Cuando pensamos en la labor misionera, a menudo imaginamos a individuos viajando a tierras lejanas, enfrentándose a desafíos culturales y llevando el evangelio a personas que nunca han escuchado de Cristo. Sin embargo, detrás de cada misionero enviado, hay una iglesia local que apoya y envía, cumpliendo con su mandato de participar en la misión global de Dios.

La naturaleza misionera de la iglesia

Una de las nociones más importantes a entender es que la misión no es simplemente una tarea delegada a un grupo selecto de personas. La misión es una parte integral de la identidad de la iglesia local. Jesús le dijo a sus discípulos: «Así como el Padre me envió, yo los envío a ustedes» (Juan 20:21), subrayando que la misión no es solo para unos pocos, sino para toda la iglesia.

La iglesia local es la expresión, en un tiempo y contexto específicos, de la comunidad de personas que confiesan a Jesús como Rey y hacen visible su reino a través de la proclamación del evangelio y las buenas obras. Esta misión no es opcional ni secundaria, sino que forma parte esencial de lo que la iglesia es y debe hacer. De hecho, si una iglesia no está comprometida con la misión de Dios, está fallando en su identidad fundamental como comunidad de creyentes.

El papel de la iglesia local en el envío misionero

A menudo, en muchas iglesias, ha habido una separación no saludable entre la misión y las funciones regulares de la iglesia. Se tiende a pensar que las actividades como los cultos, las reuniones de oración y los estudios bíblicos son «lo que hace la iglesia», mientras que el envío de misioneros es algo aparte, responsabilidad de agencias o de individuos llamados específicamente para ello. Sin embargo, este enfoque es erróneo. La iglesia local fue diseñada para ser el motor de la misión de Dios en el mundo.

Cuando una iglesia local envía a un misionero, ese misionero no es un héroe solitario que realiza la misión por su cuenta. Más bien, es una extensión de la comunidad que lo envía. El misionero lleva consigo el apoyo, las oraciones y la visión de la iglesia local, participando en la misión de Dios en otro lugar, pero siempre conectado a la comunidad de la que proviene. Esto implica que la iglesia local debe ver al misionero como un representante y embajador, pero también como parte de su propia misión.

La Gran Comisión: un mandato para todos los creyentes

En consecuencia, el envío misionero no es una tarea reservada solo para los que cruzan fronteras internacionales. La Gran Comisión de Mateo 28:19-20 fue dada a todos los discípulos de Cristo. Jesús no distinguió entre aquellos que se quedarían en sus comunidades locales y aquellos que viajarían a otros países. Todos los creyentes, en cualquier lugar del mundo, son responsables de cumplir con esta comisión de hacer discípulos de todas las naciones.

Esto significa que aunque no todos están llamados a convertirse en misioneros transculturales, todos los creyentes están llamados a ser parte de la misión de Dios de una manera u otra. Ya sea orando, apoyando económicamente o participando activamente en el discipulado y la evangelización en su propio contexto, cada cristiano tiene un papel en la misión global.

El apoyo continuo de la iglesia local

El compromiso de la iglesia local con la misión no termina cuando el misionero se sube a un avión y se va a otro país. En realidad, el verdadero trabajo de apoyo y colaboración comienza en ese momento. La iglesia debe estar en constante oración y apoyo espiritual por su misionero, asegurándose de que esté emocional y espiritualmente fortalecido en su labor. A través de esta relación continua, la iglesia local mantiene su compromiso con la misión y sigue siendo parte activa del avance del reino de Dios en todo el mundo.

La iglesia local no solo debe preocuparse por las necesidades materiales del misionero, sino también por su bienestar integral, ya sea su salud física, su estado emocional o su vida espiritual. Al enviar y sostener a los misioneros, la iglesia está participando directamente en la misión de Dios, demostrando que la Gran Comisión es más que un mandato distante: es una responsabilidad viva y continua para todos los creyentes.

Conclusión

La iglesia local es el corazón del envío misionero. Más allá de financiar o apoyar simbólicamente a los misioneros, la iglesia local es responsable de formar, enviar y sostener a los obreros en la misión de Dios. La Gran Comisión es un mandato para todos los creyentes, y cada iglesia local debe abrazar su identidad misionera, participando activamente en llevar el evangelio a todos los rincones del mundo. Al entender que el misionero es una extensión de su comunidad, la iglesia local cumple su papel en la expansión del reino de Dios, no solo enviando, sino también siendo parte activa de la misión.