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Transcripción:
DAVID PUERTO:
Hola y bienvenidos otra vez a este espacio de TEAM Misiones. TEAM es una agencia misionera que sirve a la iglesia en América Latina y en diferentes partes del mundo para ser parte de la misión global de Dios.
Y en este espacio nos hemos reunido, a través de los meses, ya con diferentes amigos. El propósito de este espacio es hablar acerca de la misión de Dios desde diferentes ángulos, desde diferentes maneras y acercamientos a la misión de Dios.
Cada invitado ha traído sus experiencias, su conocimiento, su participación misma en la misión como hijo de Dios, para sumar y que nosotros juntos podamos aprender y poder ver maneras diferentes de participar en la misión de Dios.
Así que tenemos un invitado muy especial en este momento: Sam Masters. Qué privilegio estar contigo, mi hermano.
SAM MASTERS:
Igualmente, la verdad que sí.
DAVID PUERTO:
Ah, Sam, eh, pues tenemos aquí algunas preguntas que hemos preparado para ti, pero esta es una conversación con amigos, a donde hay otras personas que observan esta conversación y van aprendiendo en el camino. Así que comencemos hablando de tu vida. Cuéntanos acerca de ti, de tu familia, qué hacen, a qué te dedicas.
SAM MASTERS:
Bueno, soy pastor de una iglesia en Córdoba, en Argentina, misionero también, y con mi señora venimos a la Argentina en el año 92. Pero yo había estado de niño también, a partir de los 12 años, así que ya llevo casi toda mi vida en Argentina.
DAVID PUERTO:
Okay. Entonces, hubo un periodo de tiempo que viviste fuera de Argentina.
SAM MASTERS:
Sí, sí, sí. Nosotros llegamos a Argentina en el año 72 con mis padres y yo estuve hasta el año 80, y ahí volví para estudiar en Estados Unidos. Y sin pensar en casarme, pero me casé allá, y con muchas ganas siempre de volver sentí un llamado a esa obra desde casi el principio. Y cuando conocí a mi señora, ella también estaba dispuesta y pudimos volver recién en el 92, así que sí.
DAVID PUERTO:
Y regresaron. Y entonces, desde ese tiempo han vivido en Argentina, tienen sus hijos argentinos.
SAM MASTERS:
Sí, nuestros hijos ahora viven todos en Estados Unidos. Tenemos tres hijos, ocho nietos, y parece que ninguno de ellos nos quiere porque se han ido lejos. No, pero podemos verlos cada tanto y son de mucha bendición en nuestra vida.
DAVID PUERTO:
Y ellos también crecieron en Argentina y tienen el español.
SAM MASTERS:
Y sí, mi hija más grande estaba en el tercer grado cuando fuimos. Nuestro hijo más pequeño estaba en el jardín de infantes y Daniel es un cordobés más.
DAVID PUERTO:
El más pequeñito.
SAM MASTERS:
Sí, sí. Bueno, ya no es pequeño, jeje, pero…
DAVID PUERTO:
El menor de los hijos.
SAM MASTERS:
El menor, sí. Eso quise decir.
DAVID PUERTO:
Ah, y bueno, no están las preguntas, pero cuéntanos un poco tu experiencia como padres de hijos en esas edades, en el campo misionero, dejando pues un país y familia extendida. ¿Cómo fue para ustedes como padres llegar con sus hijos pequeños e incluirlos en la vida del día a día de Córdoba?
SAM MASTERS:
Sí, un desafío, y hay que entender que es un desafío. No hay que hacerse la idea de que ser misionero es fácil. A veces hacemos una idea romántica de la vida misionera, y a veces tiene ese aspecto, pero en general es mucho trabajo, requiere mucha paciencia y hay muchos desafíos por el camino.
Pero nuestros hijos se adaptaron bien. Hubo desafíos, pero cuando lo pensamos, no sé si no hubieran tenido desafíos parecidos viviendo en Estados Unidos. La vida siempre te trae desafíos, y la vida misionera también tiene a veces grandes desafíos. Pero lo que yo siempre he pensado es que el que no es misionero también tiene problemas, y yo sé que lo que estoy haciendo vale la pena y hace que sean más llevaderos los problemas.
Pero nuestros hijos se adaptaron bien, estudiaron todo en español, en una escuela ahí del barrio donde nosotros vivíamos, y creo que fue una experiencia positiva. Llegaron a querer mucho al país, son muy amantes de la Argentina, y mi hijo Daniel tiene el deseo de, si alguna vez puede, volver y trabajar en Argentina.
DAVID PUERTO:
Bueno, y también me imagino que les gusta el fútbol y se sienten un poco campeones del mundo también.
SAM MASTERS:
Porque somos campeones del mundo. Sí, sí, por supuesto. Tengo que recordar que estamos en Colombia, pero juegan muy bien acá, lo reconozco.
DAVID PUERTO:
Pero Argentina es campeón.
SAM MASTERS:
Sí, sí, Argentina es campeón.
DAVID PUERTO:
Bueno, yo soy de Guatemala, así que no tengo mucho que hablar de fútbol en ese sentido. Pero como familia, ¿qué los llevó a tomar la decisión de llegar al campo misionero? ¿Fue un asunto que trabajaron con tu esposa, hablaron con sus hijos? ¿Cómo fue el proceso? Nos contaste recién que tú creciste en Argentina como hijo de misioneros también, pero ya de tu propia decisión, vida de familia, ¿cómo fue el proceso?
SAM MASTERS:
Si te parece, puedo empezar más atrás, porque tiene que ver, como dije, mi familia llega a la Argentina en el año 72. Nosotros, que yo sepa, fuimos la última familia que fue en barco. Fuimos en un barco carguero. Había lugar para 12 pasajeros. Yo, cuando salimos, tenía 11 años.
DAVID PUERTO:
¿Cuál fue la ruta que tomaron?
SAM MASTERS:
Bueno, bajando de Houston, del puerto de Houston, dimos toda la vuelta por afuera de Brasil. Recuerdo cosas como, por ejemplo, era un barco argentino, entonces nosotros nada de castellano y todos los marineros en castellano. Fue una experiencia muy linda y recuerdo que los marineros nos señalaban un día y nos decían: “Mira el agua, mira el agua”.
Resulta que estábamos a 50 km de la costa de Brasil y había una línea marcada, evidente, entre un profundo azul de mar y un agua marrón de río que salía, y podías ver la línea. Era muy interesante eso.
Después el barco iba a Buenos Aires, pero primero tuvimos que bajar hasta un lugar que se llama Puerto Deseado, bien en el sur, en la Patagonia. Ahí recuerdo que, entrando, vimos que había una isla a un costado y había un montón de puntitos negros y blancos, y decimos: “¿Qué será eso?”. Después empezaban a moverse y nos dimos cuenta de que eran pingüinos, que nadaban al lado del barco. Así que fue una experiencia muy linda.
DAVID PUERTO:
¿Cuánto tiempo se tardaron?
SAM MASTERS:
Cinco semanas.
DAVID PUERTO:
Cinco semanas.
SAM MASTERS:
Cinco semanas. Sí, sí, así que… sí, sí. Empezamos así. Recuerdo la primera vez, fue en ese barco que estábamos entrando, y algunos de los marineros eran hinchas de Boca. Y Boca, no sé con quién, con qué equipo jugaba, pero hicieron un gol, y fue la primera vez en mi vida que había escuchado cantar un gol como se canta en Argentina, y dijimos: “¿Qué es eso?”. Después entendimos lo que era, sí.
Llegamos a la Argentina, y yo siempre digo que ese próximo año fue el año más difícil de mi vida, porque, con 11 años, nos pusieron a estudiar enseguida en una escuela en español y… nada, no logramos pasar de grado ese año. Fue terrible ese año. Y la verdad, recuerdo haber sentido deseos de volverme a Estados Unidos e incluso ganas de estar muerto a veces. No de que pensara suicidarme, pero sí recuerdo que fue el momento más oscuro de mi vida.
Digo eso porque a veces la transición es complicada. Yo creo que se cometieron algunos errores ahí, pero mis padres no sabían, no sabían. Es bueno saber que a veces hay desafíos muy fuertes para los hijos. Pero el próximo año mi papá sí hizo algo muy bueno: consiguió un profesor de la Universidad de Buenos Aires, el señor Clavier, un caballero que venía a la casa y nos enseñaba castellano. Al siguiente año nos fue mucho mejor en la escuela y nos fuimos adaptando.
Aprendí a jugar al fútbol, algo que me encanta hasta el día de hoy, y empecé a sentirme parte. No sé en qué punto me di cuenta de que ya no odiaba el país, sino que amaba el país. Con el paso del tiempo, mi padre comenzó dos iglesias en la provincia de Buenos Aires, en lugares más afuera, lugares más humildes.
Recuerdo que a veces, los domingos, teníamos que entrar tres o cuatro cuadras con barro hasta acá, cargando mi pobre hermano el acordeón, muy pesado, y tocaba muy mal, pero era lo que había. Esas memorias te van quedando. Creo que algo que hicieron muy bien mis padres fue siempre involucrarnos en la obra, y así sentimos que era nuestra obra también, que nosotros éramos parte. A partir de los 12 o 13 años yo enseñaba una clase de niños de 5 años, algo así. Siempre me sentí parte de la obra.
En el año 78, mi papá —por alguna razón— siempre había sentido carga por la ciudad de Córdoba. Esto fue después del mundial, y siempre les digo a los argentinos más jóvenes, cuando me preguntan si soy hincha de la selección: “Yo he visto las tres copas que hemos ganado”, y siempre se asombran.
Al siguiente año fuimos a visitar la ciudad de Córdoba. Recuerdo una experiencia muy linda: había un mirador en el parque Sarmiento y, subido ahí, en esa época uno podía ver toda la ciudad. Ahora está todo construido con edificios y se ven parte, pero no se ve toda la ciudad. Recuerdo que con mis padres oramos por la ciudad ese día. Para mí fue una cosa… sabía que era la obra y el llamado de mis padres, pero yo tenía 17 años y sentí una confirmación de que era lo que Dios quería para mi vida.
Y bueno, me quedé un par de años más y trabajé todo un año ayudando a plantar una iglesia cuando tenía 19. Volví con la idea a Estados Unidos de estudiar y volver enseguida. No fue así: fue mucho más lento el proceso, pero el Señor sabía. Había muchas cosas que el Señor tenía que desarrollar en mí. A veces queremos acelerar los procesos, pero Él sabe mucho mejor. Muchas cosas me hacen ver que, si hubiera vuelto tan rápido como pensaba, no hubiera sido lo mejor. Me llevó 12 años volver, pero ya casado y con nuestros tres hijos.
Y ella, cuando nos casamos, le dije a mi señora: “Mira, yo voy a ser misionero en Argentina”, y ella dijo: “Bueno, no tengo ningún problema”. Pero no era una carga propia: “Si el Señor lleva a mi esposo, ahí voy, sin problema”. En 1985, ya llevábamos casados casi 3 años y decidimos ir a visitar. Y mi señora siempre cuenta que llegamos a Buenos Aires y, en esa época, había que ir en auto hasta Córdoba: llevaba 15 horas, 800 km, y las rutas malas… todo una aventura.
Mis padres fueron a buscarnos y nos llevaron a un restaurante llamado El Palacio de la Papa Frita. No sé si todavía está. Para comer carne argentina, es algo… Ella es un poco exquisita: no puede tener nada rojo. Mi papá le dijo: “Vas a comer un bife de chorizo”, y cuando lo vio dijo: “No, no va a estar bien”. Lo corta y estaba perfecto. Dice que fue lo mejor de su vida. Ahí dijo: “Ah, voy a ser misionero en Argentina”. Ella siempre cuenta eso, pero creo que el momento decisivo para ella fue más tarde, ya estando en Córdoba.
DAVID PUERTO:
Entre paréntesis, hablaba español en ese momento su esposa.
SAM MASTERS:
Ella algo, poco, pero algo. Ella, cuando ella viene de un pueblo muy chiquito afuera de Kansas City, y cuando fuimos a vivir a Miami, que trabajamos 8 años en Miami, era una cosa muy loca de estar en la gran ciudad y todo el mundo hablaba español. Entonces, en Miami fue aprendiendo, pero había estudiado en la secundaria, tenía la opción de tomar una clase extra o de carpintería o de español, y su papá era carpintero, entonces dijo: “A lo mejor hago eso”. Y decidió por el español.
Y su mamá dijo: “Pero, ¿por qué estás tomando español si no lo vas a usar nunca?” Y así fue.
DAVID PUERTO:
Tenía algo el español también…
SAM MASTERS:
Sí, pero el momento decisivo para ella fue ya estando en Córdoba. Habíamos conocido la ciudad, la iglesia que había plantado mi papá, y un día mi papá saca un plano de la ciudad muy grande y lo pone sobre la mesa, y muestra cómo en una punta ahí estaba la iglesia de ellos y todo el resto de la ciudad y no había obras sanas.
Después supimos que sí había algunas iglesias buenas, pero todavía seguían siendo muy pocas. Y hasta el día de hoy hay iglesias buenas en la ciudad de Córdoba, pero si uno se pone a calcular la cantidad —que son ahora 2 millones y algo— y la cantidad de personas en iglesias sanas, es un número muy reducido.
Ella, mirando ese plano, ese mapa de la ciudad, vio la gran necesidad y ahí entendió que había un trabajo para ella.
DAVID PUERTO:
Y ese fue en ese primer viaje…
SAM MASTERS:
En el 85.
DAVID PUERTO:
Que ustedes hicieron, regresaron a Estados Unidos y con el tiempo…
SAM MASTERS:
Sí. Y llevaron varios años más todavía. Eh, volvimos recién en el 92, así que pasaron varios años más, pero…
DAVID PUERTO:
Pero ahí estaba la convicción ya.
SAM MASTERS:
Sí, pero ya no era solamente una idea mía, sino ella ya sabía.
DAVID PUERTO:
Sí. Entonces, en un sentido, has vivido en América Latina lo suficiente como para ver el desarrollo también del movimiento misionero durante los últimos, ah, ¿qué te digo?, 50 años para acá.
Y es muy interesante pensar en cómo el evangelio vino a América Latina a nuestros contextos, y, antes de 1980, la mayoría de cristianos evangélicos estaban en el norte global —Estados Unidos, Europa—, pero cómo esa tendencia ha ido cambiando también.
Y bueno, a partir de la década de los 80, ya el eje del cristianismo cambió hacia el sur global. Entonces, tenemos mucho cristianismo en América Latina, en África y algunas regiones de Asia donde hay presencia evangélica.
En tu experiencia en América Latina, lo que tú conoces y bueno, yo creo que aquí nos puedes hablar un poquito más del seminario Carey y la educación teológica en América Latina.
¿Por qué consideras que es importante para la Iglesia Latinoamericana prepararse para participar en la misión? Y estamos hablando tanto a nivel de iglesias, pastores, líderes de iglesias, como a nivel de obreros transculturales.
SAM MASTERS:
Sí. Bueno, por empezar, para responder un poco a lo que estabas diciendo, esto es cierto: nosotros, a partir del año 80, hemos visto un desarrollo y un auge del movimiento misionero en América Latina, y yo siempre digo que estamos viviendo en una nueva era misionera.
Yo soy un poco estudiante de William Carey y del comienzo de lo que sería el movimiento moderno de misiones, y ese movimiento era desde el norte hacia el sur global. Pero ahora estamos en una nueva era. Todo ese trabajo y ese esfuerzo llevó mucho fruto, y ya hay iglesias maduras en muchas partes del mundo. Ahora estamos en una era en que las misiones son de todas partes a todas partes.
Creo que estamos en una época donde quizás la fuerza misionera decisiva va a ser la que sale de América Latina, y por donde uno vaya hay muchos misioneros en todo el mundo que salen de América Latina. Creo que todavía hay muchas cosas que tenemos que ir aprendiendo, pero la verdad es que siento que el Señor está abriendo toda una nueva etapa en la historia de las misiones y nosotros somos una parte clave de lo que Dios está haciendo en el mundo.
En cuanto a la importancia de la educación y la capacitación, es de vital importancia. Un solo ejemplo: yo he conocido por lo menos dos casos de personas que han salido de Argentina con mucho entusiasmo por la obra misionera, y han ido a un país del norte de África, y estando allá, en vez de compartir su fe y ver gente que se convierta, se han convertido al Islam.
Uno se hace la pregunta: ¿qué pasó ahí?, ¿qué pasó para que fueran a llevar el evangelio, pero terminaran convertidos ellos? Si uno se acerca un poco a la situación, encuentra que a lo mejor han tenido algo de capacitación transcultural, pero nada de Biblia y nada de teología. Quizás salieron de una iglesia con poca enseñanza y no hicieron estudios más avanzados.
Si no estamos bien arraigados en nuestra propia fe, es muy posible que haya un fracaso, quizás muy desastroso. Y aunque no ocurra eso, cuando nos vemos confrontados con una persona de otra religión —y muchas veces uno puede hablar con un hindú o con un musulmán, que están muy dispuestos a conversar de religión y de fe—, suelen tener ideas muy definidas. Si no estamos en condiciones de dar una respuesta por la fe que tenemos, como dijo Pedro, será muy difícil.
Por eso creo que hay que empezar con una buena capacitación y educación teológica. Tenemos que entender que somos parte de un gran flujo de la iglesia en la historia. Tenemos que entender la Biblia en profundidad, la teología sistemática, y después la historia de las misiones y cómo el evangelio ha avanzado por el mundo. Todo eso nos da herramientas para el momento en que estamos en el campo misionero, y creo que es mala praxis enviar gente que no está preparada. Por eso hemos empezado un seminario: el Seminario William Carey.
DAVID PUERTO:
¿Nos cuentas un poco más del seminario?
SAM MASTERS:
Sí. Bueno, el seminario tiene sede en Córdoba, y ya tenemos estudiantes en todo el mundo. Provee una educación justamente de lo que vengo hablando: buen entendimiento de las Escrituras y de la teología sistemática, pero con un enfoque en la obra misionera.
La diplomatura, que es el nivel básico, empieza con un curso sobre la vida de William Carey, porque queremos que entendamos que lo que estudiamos no es simplemente para decir: “Uh, sabemos un montón de teología; leímos a este teólogo o a este otro”. Tiene un propósito: establecer nuestra fe y capacitarnos para compartir esa fe con otros. Queremos que nuestros estudiantes salgan con una buena capacitación y una gran visión misionera.
DAVID PUERTO:
Ah, y por último, para ir cerrando, Sam, ¿qué le dirías a un joven latinoamericano? Y yo creo que podemos hacer, ah, una extensión a un pastor de una iglesia local en nuestros países: en Colombia, en Argentina, en Guatemala, en México. ¿Qué le dirías a un joven que está teniendo esta convicción de que Dios lo ha apartado para servir transculturalmente? ¿Qué le dirías a él? ¿Qué le dirías a su pastor, a sus pastores?
SAM MASTERS:
Eh, por empezar, es importante eso de que no es solamente que yo siento un llamado. Ese llamado tiene que ser confirmado por el liderazgo de mi iglesia, que dice: “Sí, vemos evidencia de ese llamado y vemos el carácter que va a necesitar una persona como misionero”. Y que no solo los pastores, sino que la iglesia esté viendo eso, porque uno debe salir con el apoyo de la iglesia y la iglesia es importante para la capacitación de un futuro misionero.
Si yo, nunca, antes de ir al campo misionero, llevé una persona al Señor, nunca compartí el evangelio, nunca discipulé a una persona, nunca guié un grupo de enseñanza, no planté, no participé de una plantación de una iglesia o fui parte del liderazgo de una iglesia… ¿Qué me hace pensar que estoy en condiciones de ir a un lugar aún más inhóspito, más difícil? Y ahí, de repente, voy a compartir mi fe, voy a estar capacitado para plantar una iglesia, para guiar una iglesia o para capacitar obreros nacionales a que sean los pastores de una iglesia.
Si yo no he vivido profundamente la vida de iglesia, no hay forma. Entonces, todo lo que yo pienso que haré en el campo misionero debo haberlo hecho antes y debo profundizarme en las Escrituras, en la teología, y también hay muchas cosas prácticas que podemos ir estudiando.
Es bueno aprenderse un idioma. Si solamente hablamos un idioma, aprender otro idioma, porque después te va a tocar aprender un tercer idioma. Es muy práctico poder hablar bien el inglés. Entonces, si un joven viene y dice: “Quiero ir al campo misionero”, le digo: “Bueno, ponte a estudiar inglés”. Y si veo que después de seis meses no empezaron, me doy cuenta de que no es en serio. Pero si de repente yo los veo metidos con los libros de inglés, entonces hay algo ahí.
Entonces hay pasos. Hay que apurarse, pero despacito. No hay tiempo que perder, pero tampoco podemos saltar ciertos pasos decisivos. La iglesia me tiene que acompañar, me tiene que discipular; si no, no llego como persona, como líder, como siervo maduro. Y después, capacitarse.
Pueden llamarnos a nosotros. Yo soy bastante partidario de nuestro seminario, pero hay otros seminarios y no sería mala idea ponerse en contacto contigo porque, según el lugar, puede haber recursos u oportunidades para estar en contacto con otros que están en el mismo camino o formas de capacitarse. Entonces, quizás entrar en contacto con TEAM o algo parecido, donde ya van a empezar a darte sugerencias dirigidas a tu situación.
Así que serían algunas. Y el pastor tiene que acompañar a esa persona. El pastor y la iglesia tienen la gran responsabilidad, quizás, de decir que no. “Este es un joven muy entusiasta, pero no está en condiciones. Sabemos cómo es su vida en realidad y es una persona muy agradable, pero no tiene disciplina propia o lo que fuere”. Entonces, es muy importante que salgan con el aval de la iglesia y la iglesia debe tener la seriedad de poder decir que no si hace falta.
DAVID PUERTO:
Fantástico. Pues muchas gracias, Sam. Yo he sido muy edificado, he aprendido mucho conversando contigo y conociendo un poco más de tu experiencia también. Pero esa palabra de ánimo que nos das. Y sé que tú has estado en diferentes partes del mundo, ves la necesidad y también anhelas que haya obreros latinoamericanos saliendo, enviados de manera responsable por iglesias locales en América Latina. Así que apreciamos mucho tu labor.
SAM MASTERS:
Termino con una sola cosa que, para mí, ilustra el rol de América Latina en el futuro de las misiones mundiales. Estuve en un país del sur de Asia, para no nombrarlo, pero estuve con unos misioneros de Honduras y me presentaron a un amigo de ellos que era de Brasil. Este hermano me dijo: “Quiero que conozcas lo que yo estoy haciendo”.
Él, entre otras cosas, tenía un ministerio en uno de los parques grandes de la ciudad y ahí tenía dos grupos de muchachos a quienes les estaba enseñando a jugar al fútbol. Entonces voy una mañana tempranito, tipo 8 de la mañana, y llego; había un grupito de muchachos de 12 y un muchacho más grande que estaba más allá. Me acerco, estaba él, y él me ve y llama a los muchachos: “Vengan, quiero que conozcan a mi amigo argentino”.
Se acercan y, de repente, están con su remera, con su camiseta de equipo, ¿no? Y debajo algunos levantan y tenían la camiseta argentina. Se ponen a gritar: “¡Argentina, Argentina, Argentina!”. Esto, en Asia, y sabían quién era Messi, sabían quién era Diego Maradona, y ellos estaban fascinados con mi presencia porque yo era de Argentina.
Enseguida había otro grupito que también sacaron sus camisetas y abajo estaba el amarillo de Brasil, y ellos empezaron a decir: “¡Brasil, Brasil!”. Entonces, de repente… yo sé que él lo armó, sé por qué lo puso; fue algo que él preparó porque era divertido. Pero pudo hacerlo porque estos chicos sabían de qué se trataba, y era genuino que ellos estaban fascinados con conocer a una persona de Argentina.
El argentino, el brasileño, el hondureño, el colombiano… puede tener una entrada por su forma de llevarse, por su forma de tratar a la gente, por lo que el mundo sabe de América Latina. Tenemos una puerta abierta impresionante. Hay que aprovecharla.
DAVID PUERTO:
Bueno, este es un gran desafío que nos dejan a todos nosotros, latinoamericanos de iglesias locales, que podemos participar en la misión de Dios, llevando su evangelio, el reino, e iglesias que plantan y reproducen otras iglesias para la gloria de Dios.
Esto, con el fin de que todos los pueblos, naciones y lenguas escuchen el mensaje de salvación del evangelio. Así que seamos desafiados y animados por la palabra de nuestro hermano Sam. Y, bueno, nos vemos en una próxima entrega. Que el Señor les bendiga.