Por qué la colaboración es esencial para la misión global

La colaboración no es una estrategia, sino el reflejo del carácter de Dios y el camino para cumplir juntos Su misión.

La colaboración no es una opción

¿Por qué deberíamos asociarnos en la misión global? ¿Qué pasa si nuestra colaboración nos cuesta más de lo que ganamos? ¿Y cuando las alianzas son multiculturales, cómo podemos navegar bien en ellas, asegurando equidad?

La colaboración trae consigo muchas preguntas. Y, con frecuencia, hay más preguntas que respuestas.

Incluso el concepto de colaboración puede parecer difuso, ya que se ha usado en tantos contextos que a veces resulta difícil definirlo. Desde la cooperación entre influencers hasta grandes fusiones empresariales, el término puede diluirse hasta volverse casi sin sentido.

En TEAM, nuestra declaración de misión comienza diciendo que «colaboramos con la iglesia global». Algunos han sugerido que la palabra colaborar suena débil. No estoy de acuerdo. No soy partidario de abandonar términos, especialmente aquellos con un significado teológico profundo. Para quienes participamos en la misión de Dios, la colaboración no es una palabra de moda ni una estrategia conveniente; es una realidad sagrada, entretejida en el mismo tejido de las Escrituras y del diseño de Dios. Propongo que la colaboración no es opcional para los seguidores de Jesús en misión. Está arraigada en la naturaleza misma de quién es Dios y de lo que Él hace, y por tanto, en lo que espera de nosotros.

Permíteme explicarlo.

1. La colaboración está en la naturaleza de Dios

    Desde el principio, Dios mismo obra en colaboración. La Trinidad es un modelo de amor mutuo e interdependencia. Compañeros de trabajo en un propósito compartido, las tres personas de la Trinidad actúan como colaboradores en el sentido más profundo y rico del término.

    Por eso no debería sorprendernos que, al ser creados a imagen de Dios, Adán y Eva fueran formados no como individuos aislados, sino como colaboradores. Ellos trabajaron juntos y con Dios para administrar la creación.

    La colaboración no es una invención humana, es un patrón divino.

    2. La colaboración es el diseño de Dios para Su pueblo

      Una de las bellezas del cuerpo de Cristo es su interdependencia. Como escribe Pablo en 1 Corintios 12, hay diferentes dones, servicios y actividades, pero un solo Espíritu, un solo Señor, un solo Dios. La efectividad de una parte del cuerpo depende del todo y de su diversidad. No podemos actuar como el pueblo de Dios fuera de la colaboración. Hacerlo sería dejar de ser cuerpo.

      Ser el cuerpo implica reconocer la diversidad de dones, habilidades, recursos y perspectivas. Por la gracia de Dios, Él no ha hecho que su cuerpo sea uniforme, sino que ha integrado una riqueza de diversidad para que podamos enriquecernos mutuamente.

      John Stott lo expresó bien:

      «La unidad de la iglesia se enriquece, no se amenaza, con la diversidad. Un cuerpo en el que cada miembro tiene la misma función no es un cuerpo; es una monstruosidad».

      La Iglesia global de Dios está llena de culturas, voces y fortalezas distintas, todas vitales para la misión. La verdadera colaboración no borra nuestras diferencias; las celebra bajo el señorío de Cristo.

      3. La colaboración es el patrón de Dios para la misión

        La colaboración existe en muchos contextos, pero al mirar específicamente la misión, vemos claramente el mismo patrón. En la iglesia primitiva, la misión nunca fue un esfuerzo individual. Pablo se refiere frecuentemente a sus compañeros de labor como colaboradores en Cristo: Priscila y Aquila (Rom. 16:3), Urbano (Rom. 16:9), Timoteo (Rom. 16:21), Tito (2 Cor. 8:23) y muchos otros. En 1 Corintios 3:9, Pablo nos recuerda que «somos colaboradores en el servicio de Dios».

        La misión siempre ha sido un esfuerzo en equipo, un cuerpo en movimiento —partes diversas trabajando en unidad por la causa de Cristo.

        4. Colaborar con el pueblo de Dios es colaborar con Dios

          Cuando Saulo perseguía a los primeros cristianos, Jesús lo detuvo y le preguntó: «¿Por qué me persigues?» (Hechos 9:4). En ese momento, Saulo (luego Pablo) descubrió el vínculo inseparable entre Cristo y Su Iglesia. Herir a la Iglesia es herir a Cristo. Por el contrario, colaborar con la Iglesia es colaborar con Cristo. Como escribió Pablo: «Vosotros sois el campo de Dios, el edificio de Dios» (1 Cor. 3:9).

          Cuando colaboramos como pueblo de Dios, entramos en una unión profunda y mística que está unida en Cristo. Es a través de Cristo que somos reunidos. La colaboración no se trata de pragmatismo, sino de una expresión visible de nuestra unidad en Cristo.

          5. La colaboración es uno de los medios de Dios para formarnos a la imagen de Cristo

            Colaborar inevitablemente implica morir al yo, quizás el aspecto más desafiante de todo. La sumisión mutua —poner a los demás por encima de nosotros mismos— es contracultural. Efesios 5:21 nos insta a “someternos unos a otros por reverencia a Cristo”. Filipenses 2 nos llama a la humildad, valorando a los demás por encima de nosotros mismos.

            Como escribe Soong-Chan Rah:

            «Someternos unos a otros no significa perdernos, sino reflejar a Cristo, quien se vació por nosotros. En la belleza de la diversidad aprendemos que nuestra entrega es para el florecimiento de todo el cuerpo».

            Y Richard Foster añade:

            «En la sumisión, finalmente somos libres para valorar a los demás… hemos entrado en una nueva, maravillosa y gloriosa libertad: la libertad de renunciar a nuestros propios derechos por el bien de los demás».

            Vivir la alegría y el costo de la colaboración

            Colaborar en la misión no es fácil. Nos cuesta nuestro ego, nuestras preferencias, nuestro ritmo. Pero también trae una profunda alegría: la experiencia compartida de la obra de Dios a través de culturas, las amistades formadas en Cristo y la transformación mutua que ocurre cuando caminamos humildemente juntos.

            Jesús nos recuerda en su oración sacerdotal que nuestra unidad tiene un poder que no podemos imaginar. En Juan 17:21, Él nos muestra que nuestra unidad y colaboración son un testimonio. Al demostrar públicamente nuestra unidad en medio de la diversidad, el mundo puede ver que el Padre verdaderamente envió al Hijo.

            Nuestra colaboración no es una opción, sino una poderosa evidencia del Evangelio.

            Este artículo ha sido traducido del desde el blog de TEAM en inglés. Puedes consultar el artículo original en Partnership is not an option.