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David: Hola y bienvenidos a este podcast de TEAM Misiones, donde nos reunimos con amigos para hablar de la misión de Dios. Es un privilegio para mí presentarles a Gabriel Ortiz. Gabriel es un amigo conocido hace muchos años ya aquí en Guatemala, en la misión. Gabriel, bienvenido.
Gabriel: Gracias. Gracias, David. Gracias por abrir este espacio. Y damos gracias a Dios porque el Señor nos permite servir juntos. Gracias, gracias.
David: Sí, y pues, como hacemos en cada episodio, nuestro invitado se presenta, nos dice quién es, de dónde viene, en qué sirve, ¿verdad? Así que, Gabriel, cuéntanos un poco de ti, de tu iglesia, tu familia, tu organización.
Gabriel: Bueno, bueno, son varias cosas, ¿verdad? Pero mi nombre es Gabriel Ortiz. Eh, ya tengo 48 años, ya, gracias a Dios. Dios ha sido bueno; nos ha dado 48 años de vida. Eh, y Dios… estaba haciendo memoria… son 19 años que nos permite, junto con mi esposa, estar casados. Yo diría que, después de la bendición de conocer a Cristo, el mayor regalo que tengo es mi familia. Estoy casado con Brenda Castro. Eh, ya 19 años juntos, y el Señor nos ha permitido, pues, tener dos hijos: Marcos, de 18, y Lisa, de 14. Así que estamos en esas edades difíciles de la juventud y adolescencia, pero gracias a Dios, porque, pues, Dios nos ha permitido formar un hogar.
Eh, sirvo en la iglesia Centro Bíblico del Camino. Eh, estoy sirviendo como un anciano pastor de la iglesia. Somos un grupo, ahorita, de cinco, y ha sido un privilegio, un privilegio grande, un privilegio enorme, en el cual Dios nos ha permitido acercarnos a la iglesia y servir en el contexto acá local.
Eh, también, junto con mi esposa, desde hace muchos años—de hecho, estaba haciendo memoria—desde que el Señor nos mostró que íbamos a formar un hogar, servíamos en distintas iglesias. Y nosotros venimos de un contexto bautista, y Brenda servía en el área de misiones, y yo servía en el área de jóvenes. Cada uno tenía un liderazgo que el Señor había logrado, pues, servir en esas dos áreas. Y desde antes, nos pusimos en las manos de Dios. Dijimos: “Señor, Tú ahora nos vas a unir, y queremos servirte en el lugar donde Tú tienes para nosotros”.
Me da risa a mí recordar que yo le dije a mi esposa: “Mira, yo solo te digo algo: yo no me voy a ir a servir contigo solo por ti”. Y mi esposa, Brenda, me dijo: “Yo tampoco me voy a ir si Dios no confirma”. Ninguno de los dos iba a moverse, y es así como el Señor, antes de casarnos, estando yo en mi casa, estando leyendo su Palabra, leo Jeremías. Y cuando empiezo a leer el capítulo 1, no llegué ni a los primeros 10 versículos, y el Señor ya me había mostrado que era yo quien tenía que dejar el área con jóvenes y que el Señor nos estaba llamando a servir en las misiones. Era una… no, no fue una voz audible, pero sinceramente sentí como Dios estaba descargándome y me decía: “Aquí está la respuesta que estás buscando”.
Y esa parte de Jeremías es clara, porque dice: “Irás donde yo te envíe y dirás lo que yo te diga que digas”. Y empieza a decir que va a ser Él el que hará las cosas. Es ahí como, estando nosotros todavía de novios, yo le dije a mi líder de jóvenes: “Eh, bueno, yo tengo que irme. Esta no es el área donde vamos a servir”. Y él me decía—todavía me recuerdo sus palabras—y me dijo: “No… ¿cómo te vas a ir si mira todo lo que Dios ha permitido?”. Yo dije: “Sí”, le dije, “pero es el Señor el que nos está llamando”.
Entonces, junto con mi esposa, estamos sirviendo en el área de misiones. Mi esposa sirve en una agencia misionera, es Avant Español, y es la encargada de movilización. Y yo estoy sirviendo en FAM Guatemala como director ejecutivo. También misiones, trabajando desde Guatemala en un contexto latino, deseando y anhelando ver más latinos sirviendo en el campo misionero.
David: Excelente. Gracias por compartirnos un poco de esa historia más personal, ¿verdad?, de cómo el Señor les llamó y, a lo largo de los años, les ha ido capacitando para servir más ampliamente en la movilización misionera. Ah, cuéntanos un poquito de FAM, la Fraternidad de Apoyo Misionero de Guatemala. ¿Cuántos años tiene? ¿Cuál es el énfasis de servicio?
Gabriel: Bueno, bueno. También, estar en FAM Guatemala es un camino que ha tenido que… que ha recorrido con nosotros, o nosotros con él. Eh, no, a pesar de que el Señor nos llamó a servir, pues, lo hacíamos de manera independiente, y el Señor nos ha llevado a organizaciones como FAM Guatemala, en la cual ahora estoy sirviendo como director ejecutivo. Eh, tengo que decirte, David, cosas que no sabes específicamente, pero hace… eh, en el curso Perspectivas, el primer curso Perspectivas que se dio en Guatemala, en el cual lideraste, yo había puesto miles de excusas para no estar sirviendo a tiempo completo.
Y dos meses antes de ese curso, el Señor me quitó la última que tenía. Ah, porque le decía: “Señor, Tú sabes que no tengo tiempo”. Entonces, eh, me dieron las gracias en la empresa donde estaba, estaba bastante bien, y yo le dije a mi esposa: “Bueno, ahora sí tengo tiempo”. Entonces, vamos a tomar el curso juntos. Incluso le dije: “No voy a buscar trabajo, porque, pues, ahí está la excusa que tenía, ya no la tengo”.
Entonces, tomamos el curso juntos, que fue la primera promoción de Perspectivas, y al escuchar lo que nosotros—pues, algunas cosas que ya sabíamos, pero entender la Palabra de una forma diferente—el Señor trajo convicción a nuestro corazón, a tal punto que dijimos: “Señor, donde Tú quieras”. Y ese “donde Tú quieras” es, a veces, con temor, y uno no sabe dónde.
Posteriormente, nos invitaron a servir en la iglesia, a mí como anciano pastor. Y, pues, acepté porque le dije al Señor: “Donde Tú quieras”. Y después, a FAM, y también acepté. FAM es una agencia misionera local que lleva 22 años de servir desde Guatemala. Nació de una consulta que se dio en SETECA, en la cual líderes del movimiento cristiano en Guatemala, y de Centroamérica, vieron la necesidad de tener una plataforma que ayudara a las iglesias para el envío de misioneros latinos.
Y en base a esa necesidad, y a esa consulta, en la cual se evidenció la necesidad de tener una agencia que trabajara junto con la iglesia, es como nació FAM Guatemala. Y ahora, pues, 22 años después, aquel que no quería está ahí. Entonces, es Dios, es Dios llamando, ¿verdad?
David: Sí, sin duda.
David: Ah, y yo creo, Gabriel, que es un excelente punto de partida para la conversación: tu trasfondo y tu historia, ¿verdad? Porque has estado sirviendo por años en la iglesia Centro Bíblico del Camino, y es una iglesia que ha enviado varios misioneros y que apoya a varios misioneros que están en el campo, especialmente en pueblos donde hay poco acceso al evangelio, donde la iglesia es menos visible, ¿verdad? Y también trabajas en una agencia de envío; lideras una entidad, una organización que, como bien lo dijiste, acompaña a la iglesia local para participar en la misión global, en la misión transcultural, ¿verdad?
Entonces, ah, hablando de eso y pensando en la iglesia en América Latina en general, para ti, ¿qué importancia tiene el contexto cultural latinoamericano, nuestro entorno, en la preparación y el envío de misioneros transculturales?
Gabriel: Bueno, yo creo que Dios, estando en FAM Guatemala, me ha permitido, eh, salir y ver otros contextos, ver otros países, ver la necesidad que hay, ver cómo Dios ha bendecido a Guatemala grandemente, ver cómo, eh, a nivel de Latinoamérica, también Dios nos ha bendecido. Y no en lo que muchas veces pareciera, a veces, como queja, en función de decir: “Bueno, eh, otras culturas, otros países, están mejor económicamente”.
Hasta esa área económica, política y social, Dios la tiene bajo control. Y esa es una de las primeras herramientas que creo que Dios ha dado a los latinos: el contexto en el cual hemos crecido. Porque es un contexto político diferente al resto del mundo, es un contexto económico también distinto. Eh, es un contexto en el cual, pues, yo he estado en otros lugares que nunca pensé estar, y nuestra fisonomía… la gente va y te habla en un idioma que no conoces porque creen y aseguran que eres de ese país.
Entonces, Dios ha venido trabajando en Latinoamérica en el tema de la resiliencia, en el tema de poder conocer a Dios, experimentar a Dios en el contexto político, en el contexto social, en el que somos más adaptables a otras culturas por lo que ya hemos vivido en nuestros países.
Yo creo que la iglesia latinoamericana debe abrir los ojos y darse cuenta de que cualquiera de nosotros, si va a un país como la India, yo creo que pasamos desapercibidos. Y si no nos escuchan hablar, pensarían que somos indios. Si vamos a un contexto musulmán, en un país árabe, podemos pasar perfectamente, y ni se darían cuenta de que somos latinoamericanos.
Y si vamos… Yo sé que tú estuviste en Filipinas, porque, eh, yo fui a Filipinas también, y tú habías estado unos años antes. Tengo una anécdota ahí, en función de esto del contexto latinoamericano. Entramos el último día a un restaurante. Yo iba con el misionero que sirve ahí ya 8 años de estar ahí, y llega la mesera filipina, y me llega a hablar a mí en tagalo. Y yo me le quedaba viendo, y yo no sabía qué me estaba diciendo.
Y se empieza a matar de la risa el misionero norteamericano, y le contesta en tagalo, y se empiezan a reír ellos dos. Y ella le decía: “Yo estaba segura de que él era filipino y usted era el extranjero”. Y es porque así somos, o sea, físicamente nosotros podemos estar y parecer de cualquier otro país.
Eso Dios lo ha hecho. El contexto político también Dios lo ha hecho. El contexto económico y social, Dios lo ha permitido. Y esas son características que no dependen de nosotros; ha sido Dios trabajando en la vida de Latinoamérica, preparándonos para algo que nosotros solo tenemos que abrir los ojos y darnos cuenta de que Dios tiene un propósito para nosotros.
Y el área de la iglesia… Eh, nosotros, junto con mi esposa, venimos de un trasfondo bautista, de iglesias bautistas del sur acá en Guatemala, y servimos 10 años. Nuestros primeros 10 años de casados servimos en una iglesia bautista, con deseos de ver misioneros bautistas levantándose para ir al campo transcultural. Fue un tiempo de aprendizaje; fue un tiempo, tal vez, de muchas frustraciones porque no logramos verlo.
El Señor nos llevó a Centro Bíblico del Camino, y llevamos 8 años de estar ahí. Centro Bíblico del Camino es todo lo contrario: ahí tenemos misioneros que han nacido y han salido de la iglesia, que están en Albania, que están en España, que han estado en el Medio Oriente, que están en la India, en distintos contextos.
Y cómo cambia la perspectiva, de querer ver a Dios obrando en otros países, a llegar a una iglesia donde ya hay obreros en otros países. Pero siguen siendo las mismas necesidades: que la iglesia local se comprometa a interceder por ellos, que la iglesia se comprometa a orar por ellos, que la iglesia pueda ver que los misioneros que están en el campo son una extensión de la iglesia.
Es la iglesia yendo al campo, y no solo son personas especiales que Dios llamó a algo específico, sino que es toda la iglesia. Es una visión de la iglesia. Yo creo que ese es el mayor aprendizaje: saber y entender que Dios ha llamado a la iglesia, tanto a los que van y dejan su país como a los que se quedan, porque todos tenemos que hacer un rol diferente, pero un mismo rol, porque es un mismo llamado.
David: Sí. Mientras hablas y haces esta conexión entre los que van y la iglesia local, ¿verdad?, viene a mi mente, ah, pues, las palabras de Guillermo Carey a sus amigos que quedaron en Inglaterra. Estamos hablando de 1791, 92, 93… Ah, dice: “Yo voy a descender a lo profundo del pozo, pero ustedes tienen que sostener la cuerda”.
Ah, yo creo que hay muchos desafíos que enfrentan las personas que salen transculturalmente, cruzando barreras de idioma, de cultura, asuntos migratorios, ¿verdad?
Y yo creo que es un desafío, es un desafío. Ahora, muchas veces pensamos: “No se puede, es muy difícil o es muy caro”. Entonces, pensando en ese razonamiento más hacia la tendencia de que “no se puede”, ¿qué piensas tú que la iglesia latinoamericana necesita creer y practicar para poder enviar obreros latinos al campo?
Gabriel: Es bien difícil, ¿verdad? Y bien amplio, pero yo creo que lo primero que nos toca ver y entender es que la Gran Comisión fue dada a la iglesia. Eh, que no es a un grupo específico. Yo creo que en todas las iglesias habrá gente que, cuando escucha hablar de misiones, dice: “Bueno, eso no es para mí”.
Pero cuando nosotros vemos la Gran Comisión en Mateo 28, vemos que primero empieza diciendo que el Señor Jesús dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Y lo que Él estaba diciendo es que Él es el que tiene la autoridad. Y con esa autoridad empieza y dice: “Por tanto, id y haced discípulos”.
Y eso es una Gran Comisión para toda la iglesia, no solo para el que deja su país o el que va al campo transcultural; es una tarea de la iglesia. Entonces, yo creo que lo primero que la iglesia tiene que entender es la obediencia.
Un amigo que sirvió en las fuerzas armadas de otro país decía: “Es que si tenemos un mandato, no necesitamos un llamado”. Y cuando él lo decía, lo decía en el contexto militar, en el que sabe lo que es una orden. Y yo, cuando lo decía, decía: “Bueno, es que es cierto, el Señor ya nos mandó a todos”.
Pero una de las primeras excusas de la gente que no desea ni apoyar ni ir es: “Es que yo no tengo un llamado a las misiones”. Pero es que la Gran Comisión es un mandato para todo creyente. Entonces, nos está diciendo: “Vayan”. Y dice: “Conforme vayan, hagan discípulos”.
Pero está hablando de una iglesia en movimiento, no de una iglesia estática. Y ese es el primer riesgo en América Latina: querer levantar esa torre de Babel en nuestro lugar, donde se reconozca y se vea lo que la iglesia es y cómo ha crecido. Cuando el mandato es ir y hacer discípulos. Si no somos obedientes a ese mandato y no vemos que eso incluye a todos, ahí hay un error, ahí es la primera alerta. Es que hemos dejado de creer una parte que es la que el Señor Jesús nos encomendó, porque es tarea de la iglesia. Y la tarea de la iglesia empieza desde el liderazgo hasta los que están dentro de la iglesia y tal vez no tienen privilegios. Todos tenemos el mandato de ir, todos hemos sido llamados a eso, y no necesitamos un llamado diferente. El mandato está ahí. Entonces, lo primero es la obediencia.
Lo segundo que yo diría, David, es, eh, escuchar al Espíritu Santo. Un hermano, hace un tiempo, llegó a la iglesia y decía: “¿Hace cuánto tú no escuchas a Dios hablando a tu vida?”. Y, si nosotros vemos en Juan, vemos en Hechos, vemos que Jesús envió a sus discípulos a predicar también, pero no sin antes recibir el Espíritu Santo. Y vemos que cuando Pablo y Bernabé fueron escogidos para ir, fueron enviados y guiados por el Espíritu Santo para que fueran ellos.
¿Cuántas veces la iglesia ha dejado de escuchar al Espíritu Santo? Y por eso no somos obedientes, porque estamos metidos en nuestra propia vida, en nuestra propia vida eclesial, en nuestra propia vida de iglesia, y no escuchamos la voz del Señor llamándonos, porque tenemos las competencias para hacerlo.
Ya hablé de obediencia y hablé de escuchar al Espíritu Santo. Y lo tercero es, yo creo, creerle a Dios. ¿Cuántas veces hemos leído en la Biblia acerca del pueblo de Israel cuando estaba frente al Mar Rojo? Y llega Moisés, y le dice al Señor: “¿Qué hago?”. Y Él le dice: “Camina, camina. Eso es lo que tienes que hacer. Lo otro lo voy a hacer yo”.
Y nosotros queremos… no, nosotros queremos ver antes lo que el Señor va a hacer antes de caminar. Y yo creo que eso es lo tercero. La iglesia latinoamericana debe enfocarse no en ellos, no en nosotros, no en lo que podemos o no podemos. El pueblo de Israel no podía pasar el Mar Rojo, pero si nos enfocamos en Dios, ahí va a haber una diferencia. Ah, entonces, hay que caminar. Ese es el llamado.
David: Muy buenos puntos, Gabriel, muy buenos puntos. Y yo creo que también enfoca en que se puede hacer, ¿verdad? Porque Dios nos ha mandado a hacerlo. No tendría sentido que Dios nos mande a hacer algo que no se puede hacer. Pero identificamos, ¿verdad?, que nuestras iglesias en América Latina pueden participar en la misión global de Dios.
Y estamos hablando aquí de una misión tanto local como global, ¿verdad?, lo culturalmente conocido como lo culturalmente desconocido. Ahora, para ir a lo culturalmente desconocido, ¿cuál es la preparación que necesitamos tomar en cuenta para participar de la misión de Dios globalmente?
Gabriel: Bueno, yo creo que hay distintos tipos de preparación. Lo primero es que tú estés convencido de que el Señor te está pidiendo específicamente eso. Y eso aplica tanto a la persona que va como al liderazgo de la iglesia.
Yo creo que uno de los errores que, a veces, hemos cometido con el afán de cumplir la voluntad de Dios es el envío de “llaneros solitarios”, ¿verdad? Pero el llamado es a la iglesia. Ah, tiene que haber una iglesia que envíe, porque va a ser una iglesia que sostiene. Y no estoy hablando solo económicamente, sino una iglesia que sostiene en oración.
Ayer estuve con un equipo de FAM Guatemala que regresó de Filipinas—también tengo que agradecerte—y les decía a ellos: “Miren, ustedes no vean a Dios solo en este viaje de dos meses y medio, sino vean que Dios ha venido trabajando en sus vidas”. Y yo sé que el Señor los llevó ahí. Estando en FAM, este viaje fue la continuidad de Dios trabajando.
Estas personas estuvieron dos meses y medio en Filipinas, y una de ellas me decía: “Mira, uno de nuestros mayores temores como latinos es lo económico”. Y dice: “Un día antes de irme a Filipinas, llegó una hermana de la iglesia, de 70 y algo de años, y dijo: ‘Hermana, yo no le puedo dar dinero, pero yo primero vengo a orar por usted. Segundo, yo vendo Avon, y con eso me sostengo. Yo vengo a darle uno de mis perfumes que tengo’”. Y decía esta hermana: “Yo vi al Señor ahí”.
Gabriel: Entonces, aunque no me dio dinero—porque a veces la excusa es el dinero y la preparación—decimos: “No tengo el presupuesto para irme”. Pero no necesitamos eso. O sea, sí lo necesitamos, pero Dios lo va a proveer de alguna forma. Necesitamos que la iglesia esté orando, que la iglesia te envíe, que la iglesia te sostenga.
Esa es la primera preparación: no irnos al campo solos y decir: “Bueno, el Señor me llamó, y el Señor va a hacer lo que sea, y hará milagros”. No, porque también en la Biblia vemos que, cuando enviaron a Pablo y Bernabé, el Espíritu Santo obró. Y fueron enviados por la iglesia. Hay una iglesia que te sostiene en casa. Eso es lo primero: que haya una iglesia que te sostenga.
Lo segundo es creerle a Dios en el tema económico. Ayer estuve también con otro misionero—que no es de FAM—una pareja que sirve en los Emiratos Árabes. Y decía: “Cuando el Señor dijo: ‘Es ahora’, es ahora. En ocho meses se juntó un presupuesto que… ni les digo, hermanos, cuánto es, porque yo mismo, cuando me dijeron el presupuesto, dije: ‘Eso no se va a juntar nunca. Para el contexto latino, es imposible’”. Y están sirviendo en los Emiratos Árabes.
Y me dice: “Mira, solo fue decirle al Señor: ‘Sí, estamos dispuestos’, y en ocho meses el Señor juntó todo”. Entonces, la segunda preparación es creerle a Dios, de que Él va a dar ese sustento económico.
Y lo otro que yo diría es la preparación teológica, porque el Señor nos ha llamado a hacer discípulos. El llamado no es ir y predicar; el llamado es a hacer discípulos. Vamos a hacer iglesias sanas. Si nosotros enseñamos la sana doctrina, si yo no conozco la Palabra, si yo no amo la Palabra, si yo no he encontrado esas perlas en la Palabra, ¿qué vamos a ir a reproducir allá?
Porque no vamos a levantar una bandera de mi iglesia local allá, en el otro país. Vamos a levantar discípulos del Señor que puedan reproducirse en más discípulos del Señor. Entonces, tiene que haber una preparación teológica, porque, cuando la Biblia dice que no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra huestes espirituales de maldad y principados y potestades, eso es lo que van a encontrar.
Ellos van a un mundo de oscuridad donde va a haber una opresión del enemigo. Y nosotros tenemos que estar fundamentados en la Palabra para que las iglesias y los nuevos creyentes que se reproduzcan sean iglesias sanas.
Esas tres cosas, podría yo decir: tiene que haber una iglesia que te envíe, tiene que haber un “creerle a Dios” por sobre todas las cosas, y tiene que haber una preparación teológica que te permita reproducir cristianos verdaderos.
La persona que vaya al campo, en este contexto en el cual no conocen al Señor y no hay iglesias cristianas, ellos van a ver al Señor en la persona que llegue. Esa persona va a modelar a Cristo, pero para eso tiene que conocer la Palabra. Entonces, esas tres cosas creo yo que podrían ser parte muy importante de esa preparación, que hay que hacerla desde acá. Y mucha de esa preparación no la podemos hacer solos.
Y es ahí donde agencias misioneras pueden ayudar al que quiera ir. Es ahí donde las agencias pueden trabajar con la iglesia. Es ahí donde las agencias pueden ver algunas capacidades específicas en la formación del carácter de la persona que va a ir al campo.
David: Sí, y también es importante destacar a dónde se está yendo, ¿verdad? Porque hay una enorme variedad de oportunidades para participar en la misión de Dios transcultural. Depende del lugar, ¿verdad? Por ejemplo, con qué religión mayoritaria vas a trabajar. Hay contextos de islam, hay contextos hinduistas, hay contextos budistas, hay religiones tribales que tienen más conceptos ancestrales o de espiritismo, ¿verdad?
Y hay muchos lugares donde esto se mezcla: el islam con el espiritismo, la brujería, el hinduismo… hay muchas variedades de contextos. Entonces, también, yo creo que es importante conectar la preparación con el contexto donde se va a trabajar.
Ahora, tú hace unos minutos mencionabas, Gabriel, que los latinos, en algunos contextos, tenemos esa facilidad de pasar desapercibidos, ¿verdad?, de no llamar la atención porque nos mezclamos bien en el entorno: nuestro color de piel, nuestras facciones y, aun, nuestra historia sociopolítica. Decir que venimos de países latinoamericanos no necesariamente significa una amenaza política, militar o económica, ¿no? Entonces, Dios, como decías antes, nos ha preparado para eso.
Ahora, hay ventajas, pero también hay desafíos. Tú pudieras mencionar, tal vez, un par de ventajas más de las que ya mencionaste. Pero sí me gustaría que pudiéramos pensar en los desafíos. ¿Qué desafíos enfrenta un latino soltero, un hermano soltero o una familia de latinos que van al campo misionero?
Gabriel: Bueno, yo creo que uno de los desafíos—voy a empezar por los desafíos, porque tocaste un tema que creo que es muy importante recalcarlo—es el tema de las distintas religiones en cada lugar donde van. O sea, una parte de la preparación debe ser saber a qué contexto vas, porque ahí vendrán muchos desafíos.
¿Qué tenemos nosotros acá, por poner un ejemplo, en Guatemala? La religión predominante es la católica. Entonces, vas a hablar de Jesús con alguien que cree en Jesús, pero lo cree de forma diferente. Pero es diferente eso a ir a trabajar en el hinduismo, donde hay más de mil millones de dioses, donde Jesús es uno más dentro de un montón, pero ellos no tienen el concepto de Dios como tú lo llevas a presentar: el concepto de un único Dios.
Es diferente ir y hablar con musulmanes, donde ellos creen que Jesús es un buen hombre y es un profeta, pero no más. Donde solo decir que Jesús es el Hijo de Dios y que murió en la cruz… “¿Cómo va a morir Dios?”. O sea, son cosas muy diferentes.
Y ese es uno de los desafíos más grandes: entender y amar a las personas con las cuales vas a llegar a predicar. Eso lo tienes que hacer aquí, en casa. Tienes que conocer y empaparte de saber qué creen ellos, por qué lo creen, cuál es su sustento. ¿Cómo puedes tú iniciar conversaciones sanas con ellos? Porque no vamos a ir al choque, ¿verdad? Sino que vamos a mostrar y a modelar el amor de Dios. ¿Cómo lo voy a hacer en estas culturas?
Gabriel: Al tener identificado a dónde vamos, poder tener herramientas desde acá, que yo pueda llevar como una capacitación, para poder iniciar relaciones con estas personas. Ah, porque aquí conocemos un contexto totalmente diferente. Por eso, muchas veces, los misioneros—yo creo que lo siguen diciendo todavía—cuando llegan a algunas iglesias, les preguntan: “¿Cuántos convertidos tienes?”.
Ayer me decía este amigo de Emiratos Árabes: “Treinta años lleva el equipo sirviendo ahí, y ahora hemos escuchado de un creyente”. Y yo decía: “Treinta años”. Y eso, aquí, en el contexto de Guatemala, nosotros diríamos: “Ya deberías tener cinco iglesias, ¿verdad? Una pérdida de recursos. ¿Qué estás haciendo ahí?”. Pero es un contexto distinto.
Entonces, uno de los mayores desafíos es entender ese contexto. Y es saber que la única, tal vez, oportunidad que tengan estas personas de escuchar de Dios es esa persona que va a ir. Y esa persona tiene que tener el conocimiento de saber qué creen ellos, en qué están atados espiritualmente, para poder abrazarlos de la manera correcta. Ese es un desafío.
Otro desafío que yo veo es que pensemos en largo plazo. Por lo mismo, aquí queremos ver resultados rápidos, ¿verdad? Queremos ver que, si se invirtió este dinero, ahí está el resultado. Y la iglesia tiene que entender que no es así. Ya es una bendición que te hablen porque eres extranjero, que te hagan parte de su comunidad. Ya no digamos que te lleguen a invitar a su casa en distintos contextos. Pero eso tarda tiempo.
Eso no es como sembrar ahorita la semilla y esperar que, en menos de un mes, empiece a brotar. Es algo que llevará tiempo, y ese es un desafío que la iglesia tiene que entender y que el misionero tiene que saber. Vendrá un tiempo donde tendrán que seguir doblando las rodillas y pedirle al Señor: “Señor, sigue haciendo Tú la obra”, donde el enemigo llegará a su corazón y le dirá: “Mira, estás aquí, pero no sirves para nada. Estás perdiendo tu tiempo. Estás exponiendo a tu familia”.
Y donde el cristiano te dirá: “¿Por qué llevas a tus hijos a un lugar tan hostil como ese, si aquí estás bien?”. Y donde los mismos cristianos empezaremos a dudar de lo que está haciendo el misionero. Es ahí donde tienes que estar fuerte en el Señor y saber que el Señor te llamó a largo plazo. Yo diría que esos dos desafíos… Pues la gente que está en el campo sabe que es así, pero, a veces, la iglesia no lo entiende. Y si la iglesia es la que sostiene, la iglesia lo tiene que entender, porque no podemos pedir algo de acuerdo a nuestro contexto y nuestra realidad, porque ellos viven en realidades distintas.
Y la otra me había dicho, eh,
David Puerto: ventajas, ¿verdad? Como sí desafíos en contraste con las ventajas. Ahora, eh, y… y puedes mencionar alguna que otra que venga a tu mente. Pero estoy pensando en que no, no tenemos que confundir esta idea de que nos podemos mezclar fácilmente. Lo que contabas, ¿no? Lo que te pasó en Filipinas o lo que le pasa a algunos latinos en Turquía, ¿verdad? En, bueno, en países de Medio Oriente, Norte de África, ¿no? Que, de repente, dices… o… o en países del Sudeste Asiático, es como… lucen igual.
Ahora, no somos iguales, ¿verdad? Entonces yo creo que sí hay una… hay que hacer una distinción, ¿verdad? Porque hay algunas ventajas, hay algunas facilidades, pero los desafíos son gigantescos, ¿verdad? Porque, eh… y… y no es para desanimar, es para ser más realista. Porque hay cosas que, que, que nos van a resultar muy difíciles y que nos puede jugar un poquito en contra el hecho de que nosotros creemos que, pues, lucimos como ellos. Entonces somos como ellos, pero realmente hay una cosmovisión atrás.
Qué es lo real para ellos no es lo real para nosotros. Entonces, sí hay ventajas, pero también hay unos desafíos significativos que tenemos que considerar al participar en la misión transcultural.
Gabriel Ortíz: Sí, la ventaja que hablaba de… de nuestro contexto, eh, físico y cómo nos vemos con ellos es que para la primera impresión ayuda. Nos podemos mezclar bien.
De hecho, no tenemos un cierre de fronteras como tienen los norteamericanos o los anglos en algunos lugares. A nosotros no tienen nada contra nosotros porque nuestro país no les ha hecho nada. Y, y, encima, físicamente somos muy parecidos. Pero esa es la primera impresión.
Pero después vienen los desafíos. Eh, la primera impresión es solo para que nos den una apertura y no nos vean de, de primera mano, como un rechazo. Pero los desafíos son… Yo diría que son espirituales, y son muy fuertes porque… porque nosotros—yo lo voy a decir así—no estamos preparados y no nos capacitamos para ir a trabajar esas culturas específicamente porque no conocemos ese contexto. Es algo totalmente nuevo para nosotros.
Nosotros no sabemos qué pasa en un Ramadán… donde… donde… ¿Qué hace el cristiano en un Ramadán, el mes del ayuno? Sí, ¿qué… qué… qué? Si estás ahí, ¿cuál es tu rol?
Ayer escuchaba a este amigo de Emiratos Árabes, y decía… yo le decía: “Mira, y la opresión en el Ramadán”. Y él me decía: “Mira, es una opresión fuerte. Mis hijos, después de llevar casi un año estando en una academia de fútbol donde nos ha servido para integrarnos, ese mes, esos meses, ellos lloraban como el primer día que tenían que ir porque ellos no querían ir. Ya llevaban un año de estar ahí”.
Es porque hay una presión espiritual fuerte. Y decía: “Como que regresamos”. Pero es porque se están moviendo huestes espirituales y la oscuridad está reinando en el país. Y eso no estamos preparados nosotros a hacerlo.
Y él me decía: “Era específicamente en esas fechas donde hay más opresión espiritual, donde la gente sabe que eres extranjero y, aunque les has dicho que llegas a hacer algo, saben que eres cristiano. Y saben que querés convencerlos de una verdad en la que ellos no creen”.
Y… y… eso, eso hay que prepararse. Eso ya no te ayuda al ser igual físicamente o ser muy parecido, porque hay una opresión espiritual que, si no estamos capacitados para poderla soportar personalmente, como familia, eh… y estar en un contexto, nos puede hacer mucho daño. O sea, creo que esa, yo diría, la opresión espiritual sería el mayor desafío.
Porque son, son algunas religiones que adoran específicamente a Satanás. Y nosotros aquí estamos en una… estamos convenciendo, queriendo convencer, a alguien que cree en Jesús. Que la única diferencia es—bueno, hay varias diferencias—pero que es algo muy similar a lo que nosotros estamos contando acerca de Dios.
Sí, por lo menos aquí, en el contexto latinoamericano, se entienden los conceptos de los que estamos hablando. Entienden que hay un solo Dios y, y la iglesia también es conocida, ¿verdad? Ah, se entiende que hay una iglesia evangélica, que hay cristianos que van a hacer ese tipo de cosas: no van a evangelizar, van a discipular a otros, van a predicar el evangelio.
Pero claro, estamos hablando de la misión transcultural. Hay contextos donde eso no se entiende. Así es. Y, y yo le decía, por un ejemplo—yo voy a hablar de este ejemplo de ayer porque es bien reciente—me decía, el Ramadán. Decía este mi amigo, en el… está en Emiratos Árabes: “El Sheik, el príncipe de esa área, invitó a la gente. Dice, yo pensé que era un salón de mil personas que iban a llegar, pero era un grupo un poco más reducido. Y cuando estábamos ahí, eh, yo miraba que el Sheik se nos quedaba viendo. Dice, entonces decía, no estaba sin ponerme nervioso, ponerme feliz. De repente, el Sheik me señala y me dice que venga. Y me siento a la par de él”.
Y entonces él dice: “Empezamos a una conversación. Y él sabía de alguna manera de dónde venía y qué hacía ahí”. Y dice: “¿Quién nos prepara para eso? Para una conversación con gente importante y con gente normal. ¿Cómo nos preparamos para eso? Yo hubiera pensado, es el Ramadán, yo no voy a una celebración con ellos. Pero, ¿cómo voy a compartir y mostrar a Dios? ¿Qué preparación debemos tener?”.
Y aquí, yo sé que estoy tocando una fibra sensible. Pero, ¿cómo vamos a compartir de Dios en un contexto donde no conocen a Dios? ¿Voy a ir y me voy a quedar encerrado, eh, en el momento en que podría estar compartiendo de Dios? ¿Qué decisión tomo si me invitan? ¿Qué hago? Entonces creo que no tenemos esa preparación porque nuestro contexto no nos expone a eso.
Tenemos que saber a qué Dios nos ha llamado y poder estar preparados para cuando surja la oportunidad nosotros ser luz. Y digo nosotros: el misionero que está en el campo, ¿verdad? Yo diría que ese es otro desafío.
David: ¡Qué buenos puntos, Gabriel! Creo que has tocado temas cruciales. Y todo lo que has compartido sobre los desafíos y la preparación es un gran recordatorio de que no es fácil, pero tampoco imposible. Dios no nos da un mandato sin darnos los recursos para cumplirlo.
Para ir cerrando, una última pregunta: ¿Qué palabras de ánimo o exhortación les darías a las iglesias y personas en América Latina que sienten el llamado de Dios para participar en la misión transcultural, pero que tal vez aún tienen dudas o temores?
Gabriel: Bueno, yo les diría que lo primero es que recuerden que Dios es fiel. Él no nos manda solos. Él nos acompaña. En Mateo 28, después de dar la Gran Comisión, Jesús dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Esa promesa es suficiente.
Además, recordemos que no vamos en nuestras fuerzas, sino en la autoridad de Cristo. No se trata de lo que nosotros podemos hacer, sino de lo que Dios puede hacer a través de nosotros. Si Él llama, Él proveerá.
También les diría que no tengan miedo de dar el primer paso. A veces queremos esperar el momento perfecto o que todas las condiciones estén listas, pero a veces Dios nos llama a avanzar en fe. Como mencioné antes, Dios le dijo a Moisés: “Camina”. No esperemos a ver el mar abierto; confiemos en que Dios lo abrirá en el momento indicado.
Finalmente, animo a las iglesias a ser un apoyo real para los misioneros. No solo con finanzas, aunque eso es importante, sino también con oración constante, con ánimo, con recordatorios de que no están solos. La misión de Dios es para toda la iglesia: unos van, otros sostienen, pero todos somos parte.
David: Muchas gracias, Gabriel. Ha sido un tiempo muy edificante. Estoy seguro de que lo que has compartido será de gran bendición para quienes lo escuchen.
Gabriel: Gracias a ti, David, por este espacio y por ser parte de este movimiento de misiones. Y, sobre todo, gracias a Dios por darnos el privilegio de servirle.
David: Bueno, amigos, esto ha sido todo por este episodio de TEAM Misiones. Esperamos que les haya inspirado y desafiado a participar en la misión global de Dios. Hasta la próxima.
David Puerto: Sí, y para cerrar, Gabriel, ¿qué consejo le darías a alguien que quiere participar, que ha visto al Señor obrar en su vida y dice: “Yo creo que el Señor, ah, tiene planes para mí, que yo salga transculturalmente”? ¿Qué consejo le darías? ¿Qué palabras darías para él o ella?
Gabriel Ortíz: Bueno, son muchas cosas, pero yo… en que ahora tengo un pensamiento distinto después de servir en FAM que lo tenía antes. Eh, he visto gente, mucha gente que llega y dice: “Yo quiero ir al campo”.
Y el concepto nuestro es: “Yo voy a ir a servir”. Y ahora, después de 3 años de estar en FAM, yo, cada vez que llega alguien y me dice: “Yo quiero ir al campo”, en mi mente hay una vocecita ahí que dice: “Él no sabe lo que está diciendo”.
Porque lo primero que Dios va a hacer es trabajar en su vida para que él modele a Cristo en el campo. Entonces, todo… que el primer consejo es saber que, si quieres ir al campo y Dios te está llamando al campo transcultural, tienes que saber que Dios va a trabajar en tu vida.
Ah, Dios va a hacer en ti un cambio que es necesario para que, cuando vayas al campo, tú modeles a Jesús.
Y… y… y nosotros pensamos: “Yo voy a ir a dar, yo voy a ir a servir, yo voy a ir a hacer esto”. Pero lo primero que Dios va a hacer es trabajar en tu vida, y tienes que estar listo para eso, porque eso tiene un costo.
Porque va a trabajar distintas áreas en tu vida, distintas áreas. No puedo decir cuáles porque, con cada uno, Dios trabaja de forma individual y personal. Pero tienes que estar seguro de que, si vas a ir al campo y quieres ir al campo, lo primero que Dios va a hacer es trabajar en tu vida.
Lo segundo, segundo consejo, es decir: tienes que ir de la mano de una iglesia. Porque el envío es… eh… Dios ha llamado a la iglesia. Es una tarea de la iglesia, de cada creyente. Sí, pero un creyente es miembro de una iglesia y tiene que tener respaldo de su iglesia.
¿Por qué? ¿Quién va a cuidar espiritualmente del que está en el campo? ¿Quién va a orar por el que está en el campo? No puedes hacerlo solo. Ya esa idea de: “Yo voy a ir y lo voy a hacer solo”, no, porque es que en la Biblia encontramos en mucha parte de la Palabra, y… y lo vemos en Juan 17, cuando dice que… que seamos uno, que trabajemos en unidad. Como el Padre es uno con Jesús, que ellos sean uno, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo creo que muchas veces, en ese deseo de servir al Señor y en ese deseo de ser obediente, casi que nos empezamos a quitar lo que nos estorba y decimos: “Yo me voy porque el Señor me está llamando”, pero tenés que ser enviado por una iglesia. He visto muchos casos donde, cuando la persona tiene una situación en campo, ¿quién está orando, intercediendo y cuidando pastoralmente a esa persona? ¿Con quién esa persona puede llegar y decir: “Tengo esta lucha”? ¿O por quién puede decir: “Ellos oran por mí porque estoy pasando esta opresión”? Si fue enviado solo, ¿quién va a estar por él? Yo creo que ese es algo que el que tiene que ir al campo tiene que saber: que tiene que ir con una iglesia que lo respalde. Porque va a ser vital en su vida. Y si es vital en su vida, y él está reflejando a Jesús allá, va a ser vital en el campo también. ¿Quién es tu grupo de oración? ¿Quién está intercediendo? ¿Quién te está sosteniendo? ¿Quién está pendiente de ti?
No podemos hacerlo solo, porque no es así como el Señor lo mandó. Entonces, yo creo que esas dos cosas: primero, que Dios va a trabajar en tu vida. No solo es decir: “Yo voy a ir a dar”, que es el pensamiento. Y lo segundo es que tienes que ser enviado por una iglesia.
Ah, y la iglesia… yo diría, la iglesia tiene aquí en Guatemala y en Latinoamérica muchas cosas que hacer, y está haciendo muchas cosas. Si la iglesia se puede acompañar de una agencia que le ayude a buscar plataformas, que le dé herramientas para servir en campo, creo que va a ser mejor también. Porque, a veces, la iglesia no lo conoce.
Pensemos en una iglesia del interior. Pensemos en una iglesia no de las capitales de Latinoamérica. ¿A dónde va a ir el misionero? ¿Quién lo va a recibir en campo? ¿Cuál va a ser su plataforma de estar ahí? ¿Dónde va a crecer él en campo? Todo eso, la iglesia no va a tener las respuestas, pero una agencia sí las puede conocer y puede ayudar. Y ese es el deseo: ayudar a la iglesia local.
David Puerto: Claro, por supuesto. Y, pues, agradecemos mucho, Gabriel, el tiempo que te has tomado, ah, para estar con nosotros y compartir, ah, todos estos pensamientos. Eh, hay, hay muchas cosas, ¿verdad?, ahí en el escenario para seguir masticando, pensando, reflexionando.
Pero agradecemos también tu trabajo en la Fraternidad de Apoyo Misionero de Guatemala, también en Centro Bíblico del Camino. Ah, realmente, es una… es una bendición ver a personas como tú, ¿verdad?, como tu esposa Brenda, acompañando a la iglesia, sirviendo a la iglesia, y también acompañando a aquellos que Dios está levantando de América Latina, que están escuchando al Espíritu Santo para ser enviados a las naciones a predicar el evangelio.
Así que muchísimas gracias por estar con nosotros, y que el Señor te siga usando para Su gloria.
Gabriel Ortíz: No, gracias a ti, David. Gracias a ti y gracias por este espacio.
David Puerto: Y bueno, muchas gracias por estar con nosotros acá, en este podcast, y nos vemos en próximos episodios. ¡Que el Señor les bendiga!