Mujeres en la misión: Fe y desafíos en Albania

Ser misionero es más que viajar; es sumergirse en la cultura, el idioma y la vida de la comunidad. Descubre cómo Maggie Santos y su familia han aprendido a integrarse en Albania para compartir el evangelio con amor y autenticidad.

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PODCAST:

Transcripción:

David Puerto:

Bienvenidos nuevamente a otro encuentro, otro episodio de TEAM Misiones. Este es un espacio donde nos reunimos con amigos para hablar acerca de la misión de Dios, cómo la iglesia latinoamericana puede ir, servir y unirse a lo que Dios está haciendo en diferentes partes del mundo, especialmente en aquellos pueblos sin testimonio del evangelio, donde hay poco acceso al mensaje de salvación y donde la iglesia es menos visible también.

Sabemos que el Señor está haciendo su obra en todo el mundo, en todas las naciones. Pero hay lugares particularmente complejos donde la iglesia latinoamericana puede involucrarse. Así que TEAM es una organización misionera que sirve a estos propósitos en América Latina y en diferentes partes del mundo.

Y en este espacio para conversar, hoy tenemos a Maggie. Maggie, escuchamos a Héctor, tu esposo, en el episodio anterior, y ahora estamos contigo conversando. Y estoy muy animado de escucharlos porque ustedes son un testimonio vivo de la gracia del Señor, de lo que el Señor puede hacer con una iglesia que participa activamente de la misión de Dios.

Así que, bienvenida.

Maggie Santos:

Gracias, David, por el espacio y por permitirme compartir un poquito acerca de lo que vivimos en Albania.

David Puerto:

Sí, por supuesto. Y Héctor nos comentó un poco su caminar, cómo, de El Salvador, fueron a Guatemala y hay una mezcla de iglesias les apoyan de ambos países, pero también de otros países de la región de América Latina. Que eso es una enorme bendición.

Y ahora están en Albania. Ahora, Héctor no nos habló de tus hijos, así que cuéntanos un poco de tus hijos. ¿Cuántos años tienen? ¿En qué etapa o época de vida están?

Maggie Santos:

Lucía actualmente tiene 10 años. Ella se fue de 8 años a cumplir, bueno, prácticamente allá entonces. Y Gabrielito se fue de un año y medio, se fue más pequeño. Entonces, bueno, Gabrielito no recuerda nada de El Salvador, cuando nos fuimos. Él considera que su casa es Albania porque sus mayores recuerdos son de allá.

Y Lucía sí, ya tiene una mayor conciencia, de lo que vivió cuando estuvimos en Guatemala, acá en Guatemala, y luego de su familia en El Salvador. Entonces, ella sí ya tiene más conciencia del cambio que vivió. Y sí, estaba dispuesta a acompañarnos en la misión. Entonces cuando llegamos allá, muchas veces no tendemos a conversar un poquito acerca de sus emociones, de lo que viven los hijos, pero para ellos también es un choque cultural bastante grande. Porque considero que uno, de alguna forma tiene alguna madurez emocional para poder adaptarse a los cambios que uno vive en otro país, pero un niño muchas veces no sabe cómo manejar tantas situaciones diferentes. Entonces, creo que para ellos es más difícil.

Entonces, pero creo que los niños tienen la bondad de poder hacer amigos mucho más rápido, y eso en cierta forma les ayuda. Y para nosotros, Gabrielito, por estar pequeño, él no tiene esa dimensión de saber muchas cosas que estuvieran pasando, pero Lucía sí. Entonces, ella se fue con homeschooling de acá, y estábamos llevando homeschooling en Albania, pero un momento en el cual sabíamos que ella tenía que introducirse a la escuela. Entonces, allá, solo hay una escuela pública…

David Puerto:

¿En el lugar donde ustedes viven?

Maggie Santos:

En el lugar donde nosotros vivimos solo hay una escuela y es pública. Entonces, y obviamente, el idioma albanés es el que se habla, entonces no hay una escuela bilingüe ni nada. Así que le dijimos a ella: “Bueno, cuando tú consideres que tú estás lista para eh ir a la escuela, nos avisas”. Dándole su espacio también, no forzarla y sabiendo que también ella iba a sentirse lo más cómoda posible para dar ese paso.

Y así fue. En un momento ella dijo: “Bueno, yo creo que ya estoy lista y vamos a la escuela”. Entonces fuimos, le acompañamos y entró a la escuela no entendiendo el idioma, no hablando el idioma y con el temor un poco de que no le gustara aprenderlo porque ella no le gustaba el inglés. Y es una realidad.

Entonces uno de mis mayores temores como padres, es que nuestros hijos tengan precisamente amigos y cómo se van a comunicar si no hablan el mismo idioma. Entonces, yo creo que ese fue uno de los primeros milagros que nosotros vimos. Lucía se adaptó de una manera increíble, milagrosa en realidad. Ella se quedó en primer grado cuando ella tenía que ir a tercero, pero se quedó con los pequeñitos para adaptarse como primer paso y pasó con ellos como unos dos meses. Luego ya la pasaron al grado que ella debía de pasar. Y,  sus amiguitas la abrazaron. En un poco, muy poco tiempo comenzaron a hablar con ella inglés por un mes y luego ella el idioma fluyó. Ella empezó a entender, empezó a hablar, no solamente, como le dijo mi esposo, no solamente el idioma albanés, que es el más claro, el que se habla en el en el centro, en el sur, sino que el dialecto de repente nosotros: “Lucía, ¿qué quiere decir algo?”. Porque ella es increíble, cómo cómo abrazó el idioma, cómo abrazó la cultura y también cómo Dios puso esa gracia en ella para poder tener tantos amiguitos alrededor que la ayudaran.

Entonces, creo que el adaptarse para ella, para los hijos, las misiones, es amistades. Creo que es ahí cuando ellos pueden tener esa, quizás, como sentir ese bienestar de poder estar en otro lugar y tener esa conexión con otras personas. Entonces, creo que Dios le ha dado esa gracia a Lucía.

David Puerto:

Y yo creo que, pues, todos necesitamos redes de personas conocidas y claro, para familias que se mudan, sin importar necesariamente si es un trabajo particularmente misionero o a un, no sé, cuestiones de trabajo en un banco, en una empresa o asuntos políticos, como embajadores y ese tipo de cosas.

Siempre, ah, se necesita echar raíces un poco. Necesitas conocer dónde está el mercado, cómo se puede comprar necesita, cómo me muevo por la ciudad, dónde dónde hay un doctor, dónde hay un dentista, dónde es un oftalmólogo.

¿Cómo ha sido para ustedes esa dinámica de llegar a un país, a una ciudad, y estamos acá, pero no no tenemos ninguna red? Y tú mencionabas a Lucía con sus amistades, pero la familia necesita, necesita esas redes. ¿Cómo ha sido para ustedes esa experiencia en el campo misionero?

Maggie Santos:

Sí, yo creo que es, de alguna manera, es algo de lo que no escapamos. Es el hecho de tener que lanzarnos a la piscina sin poder nadar, porque empezamos, y la verdad que la misma necesidad te fuerza a tener que ir a ciertos lugares y comenzar a conocer cómo es comprar, cómo es comunicarse con las personas.

Y yo creo que, como latino, hay un temor y hay una vergüenza que uno tiene de tener que enfrentar el hecho de hablar el idioma, hablarlo mal o comunicarse mal. Y de mayor uno lo vive mal, los niños no. Los niños, precisamente, creo que por eso aprenden un idioma muy rápido, porque la vergüenza no está en ellos, pero uno de adulto sí.

Entonces,  yo creo que uno, de alguna manera tiene que,  buscar esa humildad y decir: “Yo no puedo aquí. Necesito que me enseñen todo desde cero”. Y aprendes. Realmente, algo clave es ir e introducirte en la sociedad, introducirte en la cultura sin saber muchísimas cosas, porque creo yo que si estamos como esperando saber se nos hace muy difícil.

Y las personas, yo pienso, que están abiertas a ayudar, y eso fue mucho de lo que nos pasó al momento de ir a las tiendas y a las frutas, verduras y comprar o preguntar. Entonces, las mismas personas trataban de tener esa conexión con nosotros y ayudarnos. “Acá se dice de esto, acá se dice otro, esto se llama ahí, esto se llama así”.

Entonces, creo que es una de las herramientas que debemos de utilizar, el hecho de tener que perder el miedo, perder el temor y lanzarnos en medio de la sociedad. Y creo que a las personas también eso les agrada en medio de la cultura, porque ellos respetan mucho el hecho de que uno quiere aprender su idioma.

Entonces, ellos dicen: “Ah, ama mi cultura, nos ama, porque está intentando aprender, intentando comer lo que nosotros comemos, intentando cocinar lo que nosotros cocinamos, está donde nosotros estamos”. Entonces, creo que eso también nos introduce y nos hace parte misma de la comunidad.

Entonces, es difícil, sí, pero creo que también es parte de lo que Dios ocupa para que podamos conocer más personas y también tener ese tipo de relaciones.

Y creo que cuando uno se equivoca es cuando uno se fija más en la mente. Entonces, o por lo menos yo así he aprendido mucho.

David Puerto:

Claro, mientras hablas, sí, viene viene mucho a mi mente esta idea de que Jesús encarnó. Cuando dices: “Tuvimos que empezar todo de cero”, y hay varias escenas en las Escrituras donde, especialmente al inicio de los evangelios donde describen a Jesús siendo un bebé o a Jesús de niño, jovencito, cómo cómo él está aprendiendo a ser humano, no no sé cómo decirlo, no quiero que esto sea una herejía, pero, ah, cómo él se desarrolló. Pero Dios hecho hombre Dios entre nosotros. Y precisamente eso es lo que significa Emmanuel, Dios entre nosotros, hecho humano, aprendiendo nuestro idioma, viviendo como nosotros. Y yo creo que ese concepto de la encarnación es lo que viene a mi mente al escucharte.

Ahora, Héctor, tu esposa nos compartía cuáles han sido algunas cosas, como expectativa versus realidad, o no sé si si decir choque cultural de él como hombre. Por ejemplo, saludar a una mujer en la calle o el tema de la hospitalidad por la herencia y el pasado de de un país, en un país de la antigua Unión Soviética, comunista, etcétera.

Ah, ¿cómo ha sido para ti como mujer en una cultura de un país principalmente islámico?  ¿Cómo ha sido para ti como mamá también? Cuéntanos un poco de esa experiencia.

Maggie Santos:

Yo creo que, al igual que que es la relación entre la mujer y el hombre, así también en la relación entre el contrario. Porque sí, la mujer no puede saludar al hombre, no puede verlo a la cara, no siempre tiene si, bueno, nosotros vimos, por ejemplo, la cultura del albanés: café todo el tiempo. Todo acuerdo, todo trato se cierra en un café. Entonces, y no hablo café como lo entendemos, una cafetería. No. Es simplemente una máquina de café y café y agua. O sea, hay muchos cafecitos así, no nada de pan dulce, postre, no, nada así. Café tal cual.

Entonces, solo hay dos cafés en los que pueden asistir mujeres. Y te digo que hay como unos, no sé, cincuenta cafés en el pueblo. Entonces, a los demás solo puede asistir si existe la mujer, tiene que ir con su familia. No puede asistir ella sola. Por ejemplo, yo, si quiero ir a leer un libro o algo, no puedo hacerlo sola, se ve mal. Entonces, para mí, sí fue como un choque. Porque pienso que la mujer también siempre necesita como su espacio y eso. Pero es respetar también la cultura.

Entonces, la mujer es, tiende a trabajar, un trabajo realmente que yo considero que le corresponde a un hombre. Cuando yo veo mujeres cortando leña para el invierno, para mí es como: “No, ¿por qué no lo corta su esposo?” Porque es un trabajo fuerte.

Entonces mucha mujer en Albania sufre de problemas en su espalda porque cargan, cargan muchas cosas, hacen muchas cosas. Y tú ves a los hombres en los cafés y las mujeres trabajando, las mujeres cortando leña, las mujeres sembrando, las mujeres arando. Entonces, para mí es como: “¿Qué pasó acá?”.

Entonces es un choque cultural en ese sentido. Y para ellas es como la normalidad. Entonces, hay mucha mujer, todavía son como, es un pueblo, es una mente muy cerrada. Entonces, creo que en ese sentido sí es difícil para la mujer como desarrollarse como tal. Entonces, creo que esas son como pares, el de los desafíos o de los choques culturales que uno sufre en el campo.

Se ve mucho la necesidad de que la mujer sea valorizada, que los niños sean valorizados. Comen primero los hombres, luego las mujeres, y si queda algo, los niños. Entonces, uno en en el occidente está acostumbrado: “El niño come primero porque es pobrecito”. Entonces, pero uno ve una realidad diferente allá. El trato con los niños, el trato con las mujeres. Entonces, es difícil. La mujer siempre queda como un poco relegada. De repente hay un maltrato, hay un, hay un hablar fuerte a la mujer en todos lados.Por ejemplo, si tú estás haciendo fila y el hombre se pone en frente de la mujer, y es de lo más normal. Entonces, no hay, cero caballerosidad o ayuda. Entonces, considero que sí es como de las partes que uno de alguna forma está como acostumbrado. Pero es parte también del evangelio mismo el hecho de transformar una mente a una realidad completamente diferente. Entonces, creo que esos son como de los de los choques culturales.

El idioma, sin duda de repente yo, Héctor tiene que salir porque él es el hombre. La mujer siempre se queda en casa, el hombre siempre tiene que estar como, no puede. El hombre no puede ayudar tanto a la mujer en casa. No se ve tan correcto que el hombre venga, lave trastes, haga esto, haga lo otro. Entonces, como eso, son obligaciones de la mujer nada más, no hay un trabajo compartido.

Entonces, de repente era como: “Yo también quiero aprender el idioma”. Y para mí eso fue como un reto, porque también tengo que estar con mis hijos. Pero está la premisa: “Sin idioma no hay misión”, y yo necesito relacionarme con las mujeres. Entonces, para mí, ha sido como un desafío bien grande el hecho de aprender el idioma con tantas responsabilidades en medio. Pero, al mismo tiempo, surge la, es un sentido de urgencia por querer hablar con las mujeres también acerca de Jesús.

Entonces, la verdad es que es un desafío completamente.

David Puerto:

¿Y cuáles son los espacios donde tú puedes conectar con mujeres? Nos decías que los hombres conectan en los cafés. Me impresionó eso que dijiste, es como cincuenta y tantos cafés y hay dos donde puede ir una mujer.

Pero, ¿dónde son los lugares que naturalmente conectan? ¿Ah, en las casas, en alguna cena?

Maggie Santos:

Hay grupos, por ejemplo, sí, en esos dos cafés. Las mujeres aprovechan ahí, grupos de maestras, grupos de amigas que se conocen de años y que están ahí.

Entonces,  el café siempre es un instrumento que une. Siempre, ya sean hombres o sean mujeres, aunque se sea siempre en el mismo café, y uno aburrido de ir al mismo café, pero es como lo necesitamos. Y la mujer siempre necesita hablar, entonces el café siempre va a ser un punto de conexión.

Hay también salones de belleza, allá se llaman pareri. Entonces, es es otro, otro, otro grupo donde uno puede ir y conocer mujeres ahí y hablarles. De repente, uno no tiene que hacerse nada, pero uno va para poder conocer a otras mujeres, porque no hay otra forma de conocerlas.

El colegio, la escuela también. Ahora que entró Gabrielito al jardín, yo estaba bien contenta porque yo era un punto, un grupo de mamás, que yo nunca había, nunca iba a tener el contacto con ellas si no es a través de ir a dejar a mi hijo al jardín. Entonces, y justo llegué y una reunión de mamás. Ah, solo a dos había visto en algún momento, pero cuando vi todo ese grupo, dije: “Dios mío, gracias por este grupo, porque ya tengo un grupo al cual contactar y tener una, una, algo en común, un tema en común para poder acercarme a ellas”.

Entonces, ese es otro punto como de conexión para las mujeres: el café, el salón de belleza. 

Sí, y descubrimos también que en los proyectos deportivos que tenemos, a las chicas les encanta el voleibol. Entonces, hay chicas que siempre se les da el espacio a los varones, porque el fuerte es darle siempre el primer lugar al hombre.

David Puerto:

Si una familia tiene un hijo, digamos,  ¿piensan en él para ponerlo en actividades extracurriculares, extraescolares?

Maggie Santos:

Sí, por ejemplo, siempre se da lo mismo de: si está embarazada, el varón, no, es niño. Ah, entonces, es difícil. Entonces, pero dijimos: “No, aquí vamos a hacer algo con las chicas”. Entonces, creamos un espacio también para las chicas, jugar voleibol, y con las adolescentes, y nos funcionó.

Entonces, creo que es, hemos pensado en esa, esa estrategia de crear espacios para poder captar a las mujeres.

De hecho hay una misionera que está con nosotros y ella solo trabaja con mujeres mayores, adulta mayor, a clase de inglés. Entonces, ese es otro grupo donde hemos conocido mujeres que las une el hecho de querer aprender inglés, y ahí con ellas conectamos.

David Puerto:

Y en medio de tanto que hacer, Maggie, yo te escucho y digo: “Wow, es es mucho trabajo”. Cosas de la casa, de los niños, aprendiendo a vivir, aprendiendo a vivir, creando esta red de contactos. De repente surge algún problema de salud, que, pues, me imagino que se han enfermado también. Ah, y tanta presión sobre ustedes.

Ah, ¿cómo hacen o qué les ha funcionado a ustedes para mantener la armonía en el hogar? Y no estoy hablando de algo perfecto pero para mantener su crecimiento espiritual, nutrirse espiritualmente.

Ustedes me imagino que se reúnen como como iglesia con los demás,  misioneros creyentes que están ahí en la ciudad.

Pero, ¿cuáles son dos o tres cosas que ustedes han hecho para fomentar su vida espiritual, pero también su descanso, su vida familiar? Porque porque esto puede producir caos en algún momento y mucho agotamiento o un agotamiento extremo.

Y también el clima es muy diferente a lo que han vivido en Guatemala, en El Salvador. Estar encerrados aguantar ese gran frío del invierno. Ah, pues, todo eso, dependiendo su temperamento también, de su personalidad, trae dificultades.

Pero, ¿cómo ha sido para ustedes el vivir esto?

Maggie Santos:

Sí, yo creo que esa es una muy buena pregunta, porque sí, es otro desafío que se me olvidó mencionar: lo del invierno, que es difícil de sobrellevar.

Y sí, sin duda tuvimos conflicto, sin duda llegamos a ese choque cultural en el cual,  sentimos que ambos estábamos un poco irritados con la cultura, irritados con el idioma, irritados con el tiempo. Y dijimos: “Ok, paremos, en verdad paremos. Acá tenemos que evaluar nuestro tiempo y qué estamos haciendo con nuestro tiempo para saber,  sabiamente cómo organizarlo”.

Entonces, constituimos como familia un viernes de película por la noche. Ese día, en español, es ese se día se cancela. A las a las seis de la tarde no tenemos nada, entonces, y preparábamos un postre, preparábamos algo para estar como familia y hacer ahí un cine en casa.

Y también, pues, también en las noches decíamos: “Ok, de esta en la hora que estaban los niños ya juntos, deimos: bueno, de las seis de la tarde en adelante nos dedicamos, comemos juntos, cenamos, jugamos y luego a las ocho todo el mundo a dormir”. Entonces hicimos esa dinámica y nos comenzó a funcionar.

Y en medio de la semana tenemos un estudio los cuatro. Gabrielito, ho, un pequeño, que está pequeño, pero él quiere. Dice que lee, pero no lee. Entonces lo hicimos de esa manera. Comenzamos también a orar juntos, a leer la Biblia juntos.

Sí, creo que en medio del estrés, en medio de tantos cambios, en medio de extrañar, de la nostalgia, del tener la familia lejos, de no tener una comunidad, entendimos que la verdad,  estar juntos como familia y dedicarnos ese tiempo nos fortalece. Entonces, tratamos de hacer eso.

Como equipo, tenemos que el día sábado nos dedicamos cada quien a su familia a despejarnos un poco, a salir del, quizás, de todo el semana, y cada familia tiene ese tiempo. También, como equipo, tenemos un día de oración,  y la primera semana de cada mes oramos juntos todas las noches. Y creo que la oración se volvió para nosotros un pilar bien fundamental como familia, como equipo, para sostenernos en el campo. La verdad que para todo. Pero cuando uno se da cuenta de que está en un lugar en el cual definitivamente, yo creo que tú lo mencionaste en el programa con Héctor, solamente Dios puede cambiar la mentalidad de las personas. Hay mucho desánimo por eso, porque de repente uno quisiera ver resultados, quisiera decir: “Ah, algo está pasando”, de repente sentir que no pasa nada. Pero cuando entendemos que es Dios el que va a hacer la obra, y eso,  nos mantiene con esa fe y con esa esperanza, entonces. Pero mantenernos pegados a la palabra, a la oración, yo creo que nos ha funcionado. Y dedicarnos ese tiempo como familia también nos une. La oración nos une, en realidad creo que eso nos ha nos ha sostenido todo el tiempo.

David Puerto:

Gracias, Maggie, por compartir, pues, un poco de tu vida, de tu corazón también. Y, pues, la iglesia latinoamericana puede participar de lo que el Señor está haciendo.

¿Cuáles serían palabras de tu parte para, ah, familias o mujeres, hombres solteros que están pensando seriamente, considerando esto como un llamado concreto del Señor para ellos? ¿Qué qué nos dirías a la iglesia latinoamericana?

Maggie Santos:

Yo les diría que en las matemáticas de Dios no son las matemáticas nuestras.

Muchas veces, las finanzas, yo considero que es algo que causa, es una de las causas de un temor de las personas para poder salir al campo. Y considero que cuando el Señor nos ha llamado de verdad, él se encarga de absolutamente todo. Eso no quiere decir que no hayan circunstancias difíciles, pero hay circunstancias difíciles todo el tiempo, en todos lados. Pero si nosotros tenemos la convicción del llamado del Señor en nuestra vida, que no haya nada que nos detenga para salir. Porque no existe latino, no existe ninguna nacionalidad ante el llamado del Señor. Cuando el Señor nos llama, él nos sostiene, y lo hemos, y yo doy, yo de verdad quiero dar gloria a Dios y el testimonio que el Señor, en nuestros peores momentos, él nos ha sostenido y nos ha recordado que él nos ha llamado.

Entonces esa palabra cobra vida, cuando muchas veces decimos: “No sé, no sé cómo voy a salir, no sé qué, no sé si me van a sostener, si me van a llegar el presupuesto”, porque nunca vamos a alcanzar quizás un presupuesto como tal, como lo tenemos como familia. Pero en el campo vemos milagros.

Entonces yo haría ese llamado a la fe, a la fe en el Señor, porque creo que sin fe, como dice la palabra, es imposible agradar al Señor. Y es la fe la que nos sostiene, es la que sostiene el evangelio, es la que sostiene nuestra vida y es a través de la cual nosotros damos testimonio a los que no conocen de Cristo. Y esa fe es la que tenemos muchas personas, nosotros en el campo, que han visto respuestas del Señor, y eso ha sido un testimonio para ellos. Y eso siembra ese testimonio en esos corazones.

Así que yo les diría: “¡Adelante! Que no, que nada nos detenga. Que por ser iglesia latina no nos veamos de menos”. Si el Señor nos ha llamado, yo creo que él sabe que somos una iglesia grande, que está siendo necesitada en lugares donde no existe nadie.

La vida, donde uno se vaya, y uno viene acá a América Latina, dice: “¡Ay, qué lindo esta comunidad!”, y uno se siente abrazado. Pero esa comunidad necesita trasladarse, porque es lindo vivir una comunidad así, pero en otros lados.

Entonces, ¿cómo lo hacemos si no vamos, verdad? Así que, ¡adelante!

David Puerto:

Gracias, Maggie, muchas gracias por compartir de la carga de tu corazón también por estos pueblos donde la iglesia es menos visible, hay menos acceso al evangelio, menos creyentes testificando de Cristo, de la esperanza que encontramos en nuestro Salvador.

Así que esperamos que esta conversación haya sido de edificación, de bendición para ustedes y que el Señor les bendiga abundantemente.

Nos vemos en una próxima entrega de este podcast.

¡Que el Señor les bendiga!