VIDEO:
PODCAST:
Transcripción:
David Puerto:
Hola, bienvenidos nuevamente a otro encuentro, otro episodio más de TEAM Misiones. Esta es una producción de TEAM. TEAM es una agencia misionera que sirve a la iglesia en América Latina, pero también en diferentes partes del mundo. Y la manera en que servimos a la iglesia es acompañando y explorando oportunidades para el envío de misioneros, especialmente misioneros transculturales, a aquellos lugares que tienen poco acceso al evangelio, donde la iglesia es menos visible y donde se necesita escuchar la esperanza de salvación que tenemos en nuestro Señor Jesucristo.
Los que nos siguen y los que han visto este podcast saben que este es un espacio donde nos juntamos con amigos para hablar acerca de la misión de Dios. Y en esta ocasión tenemos a un invitado muy especial. Nos acompaña acá Héctor.
Muchísimas gracias por estar con nosotros, Héctor. Vienes de lejos, pero es un gozo recibirte, tenerte con nosotros. Y pues, preséntate un poco para que te conozcan las personas que nos ven y nos escuchan.
Héctor Santos:
—Sí, gracias, David. Es un gusto, es un privilegio estar acá contigo y poder tener esta conversación. Soy salvadoreño, vengo de El Salvador. Llegué ayer, precisamente, y tengo más o menos un mes de estar en El Salvador.
He venido desde Albania con toda mi familia nuevamente, después de estar casi tres años en el campo misionero. Y ahora, pues, para reconectar con la iglesia, con amigos, y también para poder descansar un poco, para seguir en la ruta misionera.
David Puerto:
Seguramente algunos saben que grabamos esta producción desde Guatemala, pero estamos pensando en que la iglesia latinoamericana pueda escuchar este mensaje y compartir esta visión también de la misión global de Dios.
Y para eso estamos acá, para conversar acerca de eso. ¿Cómo una familia de El Salvador sale y vive en Albania? Idioma diferente, cultura diferente, aún el clima… Cuéntanos un poco, ¿cómo es Albania? Comencemos por ahí y después retrocedemos en el tiempo para llegar hasta donde están en este momento.
Héctor Santos:
—¡Excelente! Bueno, Albania es un buen país. Los albaneses se jactan de tener un país muy rico. No estoy hablando en términos económicos, sino de muchos recursos que ellos tienen. Pero Albania ha sido golpeada… Por 44 años vivió un tiempo de comunismo que retrasó mucho al país.
Es un país que queda en Europa, pero no se parece en nada a los países europeos que nosotros conocemos, como Francia o España, países más desarrollados. Entonces, hay mucha pobreza en Albania, de manera generalizada. Bueno, hay ciudades como la capital, Tirana, que es un poco más moderna.
En general, Albania está dividida en cuatro religiones, vamos a llamarlas así: el cristianismo, que se divide en catolicismo, iglesia ortodoxa y protestantismo (hay algunos cristianos evangélicos protestantes), y el islam, que es la religión de la gran parte de la población. En la parte norte, que es donde estamos nosotros sirviendo, hay comunidades musulmanas.
Entonces, sí, Albania es un país democrático. Es uno de los pocos países democráticos en el mundo donde la mayoría de la población es musulmana. Esta es una característica muy, muy buena porque hay mucha apertura hacia obreros que llegan ahí y pueden servir entre comunidades muy diferentes a las que estamos acostumbrados en América Latina.
David Puerto:
—Interesante. Albania está en el este de Europa. Y ahí están en la frontera con Kosovo, Bosnia y Herzegovina. ¿Hay conflictos en esa zona? ¿Más étnicos, raciales? ¿Ustedes están en una zona que es muy conflictiva o cómo es la zona donde viven?
Héctor Santos:
—Sí, estamos a 35 minutos en transporte, en un vehículo por ejemplo, de la primera ciudad de Kosovo, que es Yacoba, y a 20 minutos de la frontera. Entonces, ahí siempre se escuchan rumores de guerra, todo el tiempo. Cuando uno va entrando a Kosovo, uno puede ver también que la gente siempre está en esa tensión.
Siempre está esa tensión. Siempre existe esa tensión porque el país que está cerca de Kosovo es Serbia. Y te recuerdas también que hubo una guerra hace 25 años. La guerra de Kosovo, que fue prácticamente una persecución de parte de Serbia hacia Kosovo. Un asunto bien político ahí… No quisiera parcializarme, pero esa es la realidad. Es lo que estudia la historia.
Entonces, sí, es una zona en la que los albaneses están todo el tiempo en tensión. Y ellos están preparados todo el tiempo para la guerra. Y cuando te hablo de los albaneses, también incluyo a los albaneses de Kosovo, porque el 80% de las personas que habitan en Kosovo son albaneses.
Entonces, estamos hablando de una “Albania grande”, le llaman ellos, que no solo incluye la región de Albania como está en el mapa, sino también otras regiones que quedaron fuera del mapa cuando se hizo la división territorial. Estas incluyen Kosovo, Macedonia del Norte (donde también hay una parte de albaneses) y otra en Montenegro.
Entonces el sueño de Albania es que todos esos albaneses que están fuera de esas regiones se unan. Claro, tenemos a los eslavos, por otra parte, que no quieren que eso suceda. Entonces, estamos en una zona donde no hay guerra actualmente, la guerra ya pasó, pero sí hay esa tensión conflictiva. Es como una sensación de que en algún momento va a ocurrir algo. Se vive constantemente con esa tensión.
David Puerto:
—Qué interesante conocer eso, porque una cosa son las divisiones geopolíticas y otra cosa son los asuntos étnicos y raciales.
—Vamos a hacer una pausa ahí y vamos a ir al pasado. Cuéntanos, ¿cómo una familia de salvadoreños llega a esta parte del mundo? A esta región del mundo con tantas cosas diferentes, con tantas cosas hermosas, con tantas cosas desafiantes, pero particularmente con lo que mencionabas. Esa tensión sociopolítica, étnica… Ah, pero también tanta diferencia religiosa. Cuéntanos, ¿cómo, cómo, cómo llegaron allá?
Héctor Santos:
—Bueno, en principio te diré que es un llamado del Señor. Aunque suene un cliché, pero así es. Es un llamado del Señor. Fuimos llamados por el Señor para poder compartir el evangelio en lugares no alcanzados, donde Cristo no es anunciado y con comunidades musulmanas.
Ahora, ¿cómo se dio ese proceso? Es interesante, y por eso te digo que es un llamado. Porque yo, hace como, no sé, seis años, me dedicaba a algo completamente diferente de las misiones.
David Puerto:
—¿Y a qué te dedicabas?
Héctor Santos:
—Yo soy abogado y pasé 15 años en medio de los casos judiciales. Trabajé mucho tiempo en los tribunales de justicia de mi país y mi sueño era llegar a ser juez de la República. Siempre he estado ligado con ese aspecto de la justicia, de proteger a los que están sin voz. Ese ha sido siempre el llamado, quizás natural, del Señor.
Pues mi carrera me dio la oportunidad de poder trabajar en eso por mucho tiempo. Pero el llamado fue muy irresistible. Yo comencé a servir… Te lo digo de manera personal, pero después mi esposa también puede comentar un poco acerca de esto.
Yo comencé a servir en la iglesia por muchísimos años. Quería servir de manera voluntaria en la iglesia y quería aprender también de la palabra del Señor. Fui estudiando la palabra de Dios de manera muy sistemática, como quizás estudiaba las leyes en mi carrera. Así fue el acercamiento que tuve a la palabra de Dios.
Estudié teología, pero llegó un momento en que tenía que tomar una decisión, porque el llamado fue muy, muy fuerte para mi vida. Sentía la necesidad de dedicarme realmente a compartir la palabra de Dios de una manera más enfática.
Sé que todos tenemos un llamado. Como misioneros, llamémosle así, a poder compartir el evangelio en cualquier contexto donde nos encontremos, en cualquiera de las esferas de la sociedad. Pero yo buscaba poder realmente dedicar mi vida completamente a transmitir la palabra de Dios de manera más directa a las personas que lo necesitaban.
Mi esposa me estuvo esperando 10 años. Yo se lo voy a agradecer a ella toda la vida.
Ella se dedicó desde el año 2010 a la obra. En El Salvador trabajaba en una universidad, se llama Universidad Evangélica, y también trabajó en la iglesia por mucho tiempo. Ella renunció a su trabajo y me esperó, y eso fue algo muy… de verdad, muy hermoso.
Mi esposa oraba, oraba por mí, y decía: “Bueno, yo tengo un llamado, quiero dedicarme a la obra”. Y al final llegó un momento en que yo le dije: “Bueno, la verdad es que después de estudiar la palabra de Dios, Dios me está llamando a poder profundizar un poquito más y salir de mi zona de confort, que era mi país, y poder trasladarme a Guatemala”.
Después, nuevamente, posteriormente nos trasladamos a Guatemala buscando precisamente el llamado. Hasta el momento no había un llamado misionero; simplemente quería dedicarme a profundizar en las Escrituras y poder encontrar realmente el llamado del Señor para nuestra familia. Ya era un asunto más familiar.
Así que nos mudamos, estudiamos en un seminario aquí en Guatemala y luego tuvimos muchas experiencias misioneras. Testimonios de misioneros llegaron a nuestra vida y teníamos que tomar una decisión: ¿a qué nos vamos a dedicar?
Salimos de El Salvador sin un llamado claro, sin saber a qué nos íbamos a dedicar como familia, pero el Señor fue fiel y Él nos atrajo a los lugares donde Cristo en realidad no es anunciado, no es predicado. Entonces, llegamos a la decisión, con mi esposa, de poder dedicarnos a la obra misionera a tiempo completo y buscar una oportunidad de poder servir en estas comunidades.
Posteriormente, pues, David, ya debo mencionarte a ti sinceramente, porque tú fuiste una persona muy clave para nuestra familia. Me acuerdo que te preguntaba a ti: “Mira, queremos dedicarnos a esto”, al llamado misionero, como se le llama comúnmente. Y tú fuiste de gran ayuda.
Nos conectaste con algunas agencias misioneras, pudimos conversar con estas agencias y, al final, tomamos la decisión de trabajar con una agencia que está enfocada en lugares no alcanzados y que también trabaja con musulmanes.
Para nosotros, y yo lo veo así también estadísticamente, esta es la necesidad más grande en el mundo, hablando de religiones. Porque el islam está avanzando mucho en muchos países y hay países y etnias completas que son comunidades enteramente musulmanas en el mundo. Entonces, vimos esta necesidad y dijimos: “Bueno, vamos a ir a trabajar con ellos”.
David Puerto:
—Y es interesante lo que dices con respecto a este bloque religioso, el islam. Que ves los números de otras religiones y los ves declinando, pero el islam lo ves aumentand. Va de 22, 23, 24, 25% de la población mundial.
—Ah, y por supuesto, los índices de natalidad entre países y pueblos musulmanes son significativamente más altos que en pueblos tradicionalmente más cristianos. Aunque, obviamente, eso incluye muchísimas cosas. Eso es para otra conversación… ¿Qué decimos, a qué nos referimos cuando hablamos de “cristianos”, verdad?
—Pero sí, es una religión, un bloque religioso que crece, que crece, que crece.
—Y, como lo mencionaste al inicio, esa diferencia es importante hacerla. Hay algunos países que realmente son musulmanes. Por ejemplo, la “República Islámica de…” tal o cual país.
—Ah, entonces sí, sí hay una identidad religiosa. No es solo “nací en tal país y por lo tanto soy musulmán”.
Entonces, yo creo que es bueno destacar eso porque se estima que el 86% de musulmanes, budistas e hinduistas no conocen a un verdadero seguidor del Señor Jesucristo.
Son datos alarmantes, y intencionalmente se tienen que cruzar barreras. Y eso es lo que ustedes hicieron. Intencionalmente cruzar barreras lingüísticas, geográficas… Bueno, una enorme barrera geográfica.
¿Cómo ha sido para ustedes, pues, tal vez también incluir a su iglesia local, su iglesia enviadora, las iglesias y las personas que les apoyan de este lado del mundo, ¿cómo ha sido para ustedes, para ellos, que ustedes estén sirviendo en un contexto así?
Es algo nuevo para muchas de nuestras iglesias. Yo, y lo digo de manera personal, para nuestra iglesia en la Ciudad de Guatemala, es algo nuevo, algo que estamos aprendiendo: cómo apoyar mejor, cómo servir mejor. Ah, pero ¿cuál ha sido su experiencia? ¿Cuáles son algunas cosas que dices: “Nosotros no esperábamos esto”?
Héctor Santos:
—Sí, bueno, en realidad fue una sorpresa para nuestros pastores porque habíamos trabajado por mucho tiempo con ellos de la mano. Más mi esposa, que estuvo más años. Y nunca identificaron en nosotros un llamado tan claro a las misiones.
Según ellos, pensaban que en algún momento nos íbamos a convertir en pastores o quizás que yo iba a seguir con mi profesión. Pero, para ellos fue sorpresivo.
Pero algo que resalto de nuestros pastores, en nuestra iglesia, que se llama Iglesia El Camino, a la que pertenecemos en El Salvador, es que ellos estuvieron dispuestos a enviarnos sin ser una iglesia misionera. Sin ser una iglesia de envío.
Ellos no trabajan ni tienen esta visión. Como muchas iglesias en otros países o en otros contextos. Pero estuvieron dispuestos a aprender, y para nosotros eso fue muy valioso.
“Bueno, vamos a enviarlos, ¿no? Vamos a ser la iglesia que ora por ustedes. Van a ser nuestros misioneros, pero queremos aprender”. Porque precisamente ocurrió eso: “No sabemos casi nada. Nos hemos concentrado en El Salvador, pero queremos aprender”.
Y a partir de ahí, ellos comenzaron a hacer muchas preguntas. Se han reunido en algunas ocasiones con los representantes de nuestra agencia misionera. Han desarrollado algunos pequeños proyectos, jornadas de capacitación con el tema de la misión. La misión de Dios.
Ellos han hecho algunos viajes misioneros para conocer un poco más la realidad de otros misioneros en otros lugares. Ya hay un líder en nuestra iglesia dedicado exclusivamente a eso, a la movilización. Por lo menos hay dos proyectos internos en El Salvador, en zonas muy pobres del país, donde van regularmente a hacer misión interna.
Entonces, hay algunos avances. Y no estoy diciendo que nosotros fuimos la punta de lanza, no, no es así. Sino que en algún momento ellos se dieron cuenta también de la necesidad de poder enviar a personas que habían formado parte de su iglesia por muchos años.
Y eso lo agradecemos mucho, porque son nuestros amigos. Nosotros somos muy buenos amigos con nuestros pastores, y eso fue para nosotros muy impactante.
Sinceramente, pensábamos que nos iban a dar la mano y decir: “Dios les bendiga”. Pero ha sido muy bueno.
Hay un grupo de intercesión también. La intercesión ha sido clave para nosotros, tener a personas que estén orando, que estén intercediendo. Yo estoy enviando reportes a la iglesia local. Bueno, también a la iglesia aquí en Guatemala.
Estamos enviando reportes de manera regular. Y vemos que nos hemos encontrado con muchas personas, muchísimas personas, que han estado orando por nosotros sin que nosotros lo supiéramos.
Y eso ha sido una tremenda bendición. Simplemente que la iglesia ore por los misioneros, ore por la misión de Dios, es un gran paso. Y después viene, pues, la estructura. Pero que comience con intercesión, para nosotros ha sido un apoyo muy, muy valioso.
David Puerto:
Y realmente es un trabajo espiritual. Es una labor espiritual. Y hay oposición, porque sin lugar a dudas estos contextos viven en carne propia lo que dice la Escritura.
El apóstol Pablo escribiendo: “El dios de este siglo ha cegado el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo”. Para que no entiendan el evangelio. Sus ojos están cegados. Y si no hay una intervención del Espíritu en esas vidas, pues, ¿qué se puede hacer con esfuerzo humano? Muy poco o nada.
—¿Cuáles son las cosas que ustedes han encontrado como, tal vez, no sé si decir difíciles o complejas en el campo?
Te hago esta pregunta porque aquí en América Latina. Se escucha con mucha frecuencia como que nosotros nos parecemos a los no alcanzados, a pueblos musulmanes, especialmente gente, por ejemplo, del norte de África.
Como han hecho estudios culturales, hay mucha coincidencia. Los musulmanes árabes conquistaron España, luego los españoles vinieron y nos conquistaron a nosotros. Entonces, hay mucho sentido de comunidad, algunas palabras en común… Ahora, podemos decir que sí, lucimos como ellos, o sea, si nos parecemos en algunos rasgos físicos, en algunos asuntos culturales. Pero también tenemos que pensar en las diferencias. También tenemos que pensar en los desafíos al llegar al campo misionero, especialmente en lugares como en los que están ustedes.
A ver, ¿cuál ha sido esa expectativa versus realidad que se han encontrado en el campo misionero?
Héctor Santos:
—Sí, bueno, la cultura… Hablo de mi experiencia en Albania.
Nosotros estamos en una zona alejada de la ciudad, vivimos prácticamente en medio de unas montañas y en medio de musulmanes. Entonces, quizás uno de los desafíos más grandes que encontramos es que nuestra cultura es muy diferente a la cultura en la que estamos sirviendo. Porque es una cultura que, quizás en un 70-80%, es una cultura de honor y vergüenza.
¿Qué significa eso? Que las personas todo el tiempo piensan en respetar a la persona si en realidad es valiosa para ellos. Y si no es valiosa para ellos, pues… la vergüenza. Existe esta dinámica entre honor y vergüenza: si acumulas honor, más te respeto; si no acumulas honor, pues no te respeto y te veo de menos.
Eso, quizás en nuestros países, no ocurre tanto. Hay algunos rasgos, pero no es así de marcado. En Albania, en gran parte, la cultura funciona de esa forma.
Entonces, nosotros tuvimos que aprender realmente cuáles son los patrones culturales de honor y vergüenza a los que ellos están acostumbrados, eso requiere tiempo. Para ser aceptados en la comunidad albanesa del norte de Albania, tuvimos que aprender esos patrones, vivir entre ellos, cometer muchos errores culturales y, en esa dinámica, aprender a comportarnos como ellos para poder ser valorados por la sociedad.
Porque son grupos muy cerrados, son grupos tribales. No son como ciudades abiertas, sino como pequeñas tribus. Y para entrar a esos círculos, tenemos que ganarnos el respeto de la sociedad. Con el tiempo, aprendimos que una de las formas en que nos ganamos el respeto de ellos es sirviéndoles. Sirviéndoles con amor y sirviéndoles de manera desinteresada.
En un inicio, tuvimos que desligar nuestra fe en Jesús. En un inicio. Para mostrar que, en realidad, nosotros queríamos amarles sin necesidad de presionarlos de manera religiosa. Ese es el verdadero amor: cuando nosotros los amamos porque son personas, porque necesitan conocer a Dios a través de nosotros, a través del servicio.
Y, posteriormente, ellos pudieron aprender acerca de nuestro testimonio de servicio, de quiénes éramos nosotros. Y esa fue una gran oportunidad para poder testimoniar acerca del mensaje de Jesús. Pero tuvimos que aprender muchos patrones.
Uno de los patrones culturales que tuvimos que aprender, personalmente, como hombre, te lo digo, es que cuando yo iba caminando en la calle, no podía saludar a las mujeres, ni siquiera poder verlas a las caras, a los rostros. En nuestros pueblos, estamos tan acostumbrados a saludar, a cruzar la calle, a dar un beso, aunque no conozcas a la persona. “Buenas tardes”, por educación.
En Albania, no. No es ser maleducado no saludar a las mujeres de parte de los hombres, es un respeto. Es más, la irrespetas si la saludas y no la conoces.
Imagínate, eso es una pequeña muestra de un choque cultural. Eso se aprende viviendo entre ellos, cometiendo errores. Yo cometí muchos errores al principio. ”¡Hola! ¿Qué tal? Buenas tardes, ¿cómo estás?”. El latino también es muy así. Muy de abrazar, de acercarse. El albanés no es así. En general, la cultura musulmana te mide primero y después te incluye en la sociedad. Entonces, eso fue así.
Otro choque que, para mí, fue quizás uno de los más importantes es que yo esperaba, por ser una cultura musulmana, que hubiera más hospitalidad. Y esto no es lo que experimenté en la zona donde nosotros estamos viviendo. Me di cuenta de que esto es una excepción a los países, por ejemplo, árabes o de Medio Oriente, donde la hospitalidad está en el top. Al extranjero, incluso en la Biblia, podemos ver que hay mucha hospitalidad por todos lados. Es uno de los rasgos, uno de los valores más importantes.
Pero en esta cultura, no. Es diferente. Es por el comunismo. En el comunismo, la gente estaba muy encerrada en sus casas y estaban vigilándose unos a otros, esperando el error para “ponerles el dedo”, como decimos.
Imagínate esto: 44 años, ellos aprendieron estos patrones para actuar de esta forma, y eso estuvo muy arraigado. Posteriormente, cuando cayó el comunismo, me di cuenta de eso.
David Puerto:
—Sí, tal vez para hacer un punto de comparación. Después de la pandemia, como que todos quedamos un poco más así, como “mejor de lejos”. Mejor de lejos. Pero, pues, ¿la pandemia cuánto tiempo fue? No se compara con un proceso de comunismo. Un estilo de vida así, por años y años y décadas, deja una marca muy profunda en la gente.
Héctor Santos:
Entonces, la gente quiere ser hospitalaria, pero la forma en que ellos demuestran su hospitalidad es de la puerta de su casa para afuera. Y ahí viene la cultura del café. En Albania, todo pasa por un café. Es muy diferente, quizás, a otras culturas de Medio Oriente, pero todo pasa por un café. Esa es la forma en que el albanés te dice: “Estoy contigo”. Si el albanés te invita a un café y te lo paga, es porque, en realidad, eres una persona que está acumulando honor para ellos. Y eso ha sido algo característico del pueblo.
Ahora, todo esto, David, para conocer toda esta cultura y para poder formar parte de esa sociedad, nosotros tenemos que vivir ahí, ¿me entiendes? Uno tiene que mudarse de su país y vivir entre ellos, pasar largo tiempo aprendiendo los patrones culturales, encarnar en la sociedad para poder comunicar el evangelio en medio de la cultura. No es posible hacerlo con un proyecto misionero corto.Los proyectos misioneros cortos son bendecidos. Pero, si en realidad queremos tener un impacto profundo, debemos ir y permanecer entre ellos.
Eso es lo que nosotros estamos actualmente experimentando y viendo. Que las personas están abriendo sus corazones hacia nosotros, como resultado de la gracia de Dios en nuestra vida.
¡Gloria a Dios! Porque Él va adelante de nosotros, abriendo camino.Pero también, por permanecer en la sociedad.
David Puerto:
—Sí, eso último que estás diciendo es muy importante que lo podamos entender como iglesia. Muchas veces nosotros pensamos: “Bueno, ya te apoyamos seis meses. ¿Cuántos convertidos tienes? ¿Cuánta gente estás discipulando?” Y realmente, la esperanza es formar una iglesia.
La oración es que se forme una iglesia, que haya personas locales que abracen el evangelio, que sean seguidores de Cristo, que se comprometan a vivir una vida cristiana, siguiendo a nuestro Salvador. Y ese es un mensaje que se comparte.
Pero, claro, estamos en un contexto completamente diferente. Hasta que no llegas a un punto de confianza, como decías… Hasta que no te pagan un café, hasta que no te invitan y te pagan un café, hasta que no hay esta comunión, esta comunidad, es muy difícil llegar y decir: “Mira, te voy a decir lo que me enseñaron, este es el mensaje del evangelio, toma”.
Porque, claro, se levantan muchas barreras, ¿verdad? Eso es lo que estoy escuchando ahora.
Una última pregunta para que nos ayudes a entender un poco… —¿Cómo, cómo ustedes han llegado? Han vivido ahí casi tres años, ¿y cómo van a continuar? ¿Cuáles son algunos proyectos? ¿Cómo, cómo la comunidad los conoce? Eh… ¿a qué se han dedicado? ¿Qué están haciendo para bendecir, para servir a la comunidad y para ganar honor y confianza de la gente?
Héctor Santos:
—Sí, bueno, desarrollamos… Quizá por seis meses estuvimos realmente entregados al aprendizaje de la cultura y el idioma. Más que todo el idioma.
Entonces, nos concentramos muchísimo en el aprendizaje. Contratamos a personas locales que pudieran enseñarnos. Eh, esto es muy importante, sobre todo en la cultura donde nosotros estamos, porque no tenemos un idioma puente.
No existe. Las personas no hablan inglés, por ejemplo. No es tan común. Entonces, no había forma de que nosotros pudiéramos comunicarnos a menos que fuera en albanés. Y es un albanés local.
Entonces, tuvimos que aprender el albanés estándar, el que se habla en casi toda la región central y sur de Albania, y luego, pues, también a la vez aprender el dialecto. Y eso nos llevó tiempo. Fueron seis, siete meses más o menos enfocados en esto. Porque seguimos aprendiendo.
Aunque ya en los últimos meses decidimos cortar el aprendizaje formal y solo dedicarnos a hablar con las personas. Que eso es lo que pasó el último mes antes de venir. Decidimos cortar. Cuando lleguemos nuevamente a Albania, pues, la idea es poder conversar con la gente de manera inmersiva. Después del idioma, el servicio
¿Qué es lo que sucedió? Ya después de seis, siete meses de estar aprendiendo la lengua, el albanés local y el dialecto, sentimos la necesidad también de poder aportar a la sociedad, servir a la gente. Y comenzamos a construir algún tipo de plataformas para que pudiéramos ejercer nuestros dones sirviéndole al pueblo albanés. Así que creamos un centro de educación y arte, porque nos dimos cuenta de que a los albaneses les encanta aprender idiomas.
En primer lugar, porque hay un gran interés en los idiomas. Y, en segundo lugar, porque las características del equipo iban más enfocadas en la parte educativa, de artes y de música.
Somos tres. Hasta este momento somos tres familias en el campo: una de Brasil, una de El Salvador y otra de Argentina. Parece un chiste, ¿va? “Está un salvadoreño, un brasileño y un argentino…”
Pero ha sido interesante porque venimos de culturas diferentes, y aun así, gracias a Dios, nos hemos enfocado en un objetivo común: usar este centro de enseñanza y arte para poder tener una relación más profunda con diferentes personas.
Así que tenemos clases de español. Nosotros nos convertimos en el campo en profesores de español. Tomamos un curso para esto. Tenemos una maestra de música que enseña a niños y adolescentes. También estamos desarrollando un proyecto para la creación de una escuela de fútbol, que está en sus primeros pasos. Porque, obviamente, el fútbol une. Es un deporte que a los niños les encanta en todas partes del mundo, y en Albania no es la excepción.
Entonces, ¿cuál es la idea? A través de estas plataformas, hemos conocido a medio pueblo. Casi todo el pueblo nos conoce por esta parte de servicio que les estamos brindando. Estas plataformas son puentes para poder entrar a las familias, para conocer de manera más profunda sus necesidades. Por ejemplo, las necesidades de las mujeres, de los niños que están abandonados… Es una cultura donde hay mucho abandono. Los niños no son tan importantes en la sociedad. Pero nosotros vemos que los niños son importantes para nosotros y también para el Señor. También los adolescentes.
Queremos llevar desarrollo local a esos pueblos. No solamente el mensaje del evangelio. No solo decirles: “Bueno, aquí está, cree en Jesús y arrepiéntete de tus pecados”. Sino darles algo, así como Jesús caminó en medio de nosotros y proveyó muchos recursos para las necesidades de las personas. Así nosotros estamos trabajando en eso.
Y enfocándonos ahora, para los próximos meses, luego de que volvamos a Albania,en levantar espacios para compartir historias bíblicas.Queremos compartir de manera más enfática la palabra de Dios con todas estas relaciones que hemos formado. Por lo menos, hacer la invitación. La invitación a que puedan aprender de la palabra de Dios.
Y esa es la clave. Hemos acumulado honor, respeto, y para la gloria de Dios, lo hemos hecho. Y ahora, el albanés quita sus tapones. Es como ganarse un poco el respeto para poder compartir realmente lo que hay en nuestro corazón. Y eso es lo que vamos a aprovechar. Vamos a aprovechar esa oportunidad, esas relaciones que hemos formado, para poder compartir a Cristo y llevarles el evangelio, que es lo que queremos.
David Puerto:
Qué bueno, gracias. Ah, ha bendecido mucho mi vida.
Nos conocemos hace ya varios años, y su testimonio de fe, de perseverancia, de compromiso… Ah, de seguir el llamado que el Señor les ha hecho, pues, a ti de manera particular, pero a ustedes como familia también, me ha animado.
Y espero que a todos los que están escuchando esta conversación también les haya animado.
Dios puede usar a la iglesia latinoamericana para bendecir a todas las naciones con nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Así que este ha sido un espacio de conversación sobre la misión.
Gracias, Héctor, por estar con nosotros, por compartir este tiempo.
En una próxima entrega tendremos a tu esposa. Ah, y estoy muy animado también por esa conversación. Gracias por acompañarnos.
Héctor Santos:
Ha sido un gusto, un placer.
David Puerto:
Y a todos ustedes, nos vemos en una próxima entrega y esperamos que el Señor les bendiga abundantemente.